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Intentar mudarse, en búsqueda de otro dios más bueno (sobre la novela “Trilogía”, de Jon Fosse)

  • La palabra escrita, la literatura, tal vez pueda entenderse, siguiendo a Jon Fosse, como un movimiento interior, un desgarro involuntario cuya aflicción nos expone a la crudeza, sin escafandra.


    Escrito por Johan Sebastián Ochoa Alzate

  • Trilogía sobrecoge como un grito dolorido. Es una novela breve, pero su narración se derrama sobre el lector, que puede no ser capaz de contener los diálogos rápidos, los párrafos sin puntos y con un abundante uso de la y para pasar de una imagen a otra, de un suceso a otro. El relato, sin embargo hipnótico, marcha como una aplanadora semejante a la que aplasta a sus personajes dentro de un angustiante túnel hacia ninguna parte.

    Para su autor, Jon Fosse, lo más importante de la vida no se puede decir mediante el lenguaje hablado; solo puede escribirse, en tanto que este acto entraña una renuncia a cualquier voluntad fiel de comunicar (o informar) y es, más bien, pura expresión, significado, artificio, juego, comunión. La palabra escrita, la literatura, tal vez pueda entenderse, así, como un movimiento interior, un desgarro involuntario cuya aflicción nos expone a la crudeza, sin escafandra. Quizá sea por eso que el estilo literario de Fosse suspenda gran parte de los esquemas de uso: guiones, interjecciones, frases sólidas que suelen evitar la repetición. En cambio, uno encuentra aquí un lenguaje líquido, que muchas veces se mueve en remolino sobre sí mismo.

    En el discurso que pronunció el 7 de diciembre de 2023 ante la Academia Sueca, tres días antes de recibir el Premio Nobel de Literatura, Fosse comentó que el suyo ha sido, precisamente, un intento de expresar lo indecible, poner en palabras el lenguaje silencioso, que apenas se manifiesta, quizá, como un latido. Cuando se escribe, confesó sobre su propia obra, se busca apartarse de uno mismo.

    Trilogía, que está dividida en tres capítulos, fue la primera novela que publicó después de haberse dedicado a escribir dramaturgia por cerca de 15 años (Jon Fosse fue primero músico, luego comenzó a escribir poesía y prosa, y después obras de teatro). La novela narra la vida de dos jóvenes, Asle y Alida, que van a ser padres y se trasladan, al final del otoño, de un lugar poco poblado en Noruega hacia la ciudad de Bjorgvin, con la necesidad de hospedarse. Apenas provistos de casi nada de dinero, dos bolsas y un violín, caminan por esa ciudad desamparados y marginados. Su hijo, Sigvald, nacerá tras la primera noche de pesares, justo después de los crímenes en que ha incurrido su padre.

    Asle y Alida son, de algún modo, Adán y Eva, expulsados de su paraíso de inocencia hacia un mundo que los desahucia y los sume en el mal, el cual les ha sido legado por su transgresión y vulnerabilidad (la madre de Alida y toda Bjorgvin reprueban su embarazo adolescente, anticipado al matrimonio). Ambos personajes rondan el mundo casi como almas errantes, sin consuelo, atados a su castigo.

    “Ahora comienza la vida”, dice Alida en uno de los diálogos de la novela; y Asle la corrige: “Ahora nos adentramos en la vida”. Esa frase es una sentencia brutal. En realidad, adentrarse en la vida es, en Trilogía, una aceptación de la desvalidez ante el mundo, de la hostilidad y la precariedad de las que hubiera que reponerse, casi a cualquier costo, para salir a flote desde lo profundo.

    Es en ese camino que Asle mata; y se vincula así, también, con una larga tradición de homicidas, empezando por Caín (siguiendo el relato bíblico). Luego quiere ocultar su crimen, y por eso decide que hay que cambiar sus nombres, un gesto como para hacerse de nuevo, mudarse, fundarse sin el pasado agobiante; tener otros padres, ser de otra tierra —tanto mejor si es inventada—; abrirse paso a un nuevo paraíso, con otro dios más bueno. Como si dijera, para citar a Esperando a Godot, de Samuel Becket —un escritor a quien la crítica ha relacionado con Fosse—: “¿Crees que Dios me ve? Hay que cerrar los ojos”. 

    Pero el sueño de una vida distinta bajo el mandato de una nueva divinidad más indulgente no parece estar al alcance de los protagonistas del nobel noruego, al menos de los de esta novela. La orfandad, la pérdida de la fe, la miseria, junto con la violación de aquel mandato: “no matarás”; todo ello se entrelaza en Trilogía para darle entidad al lenguaje silencioso que busca expresar Jon Fosse. Asimismo, una pregunta: el dios que anhelas, ¿lo oyes? Porque en esta novela no figura la culpa, no hay remordimiento, ni redención. En ese universo solo hay algo seguro: todos parecen ser herederos de los destinos familiares, del abandono, la muerte, incluso de fantasmas.

    Y es que, volviendo a Samuel Becket, “Uno sigue siendo lo que es. Por mucho que se retuerza”; y quizá siempre se repita. Para la humanidad entera, esto ya no solo nos condena a padecer distintas formas de lo indecible; es lo que ni siquiera se desea que tenga existencia. Vaya pesimismo.

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