El tercer encuentro de alcaldes del Oriente Antioqueño celebrado en el municipio de Granada el pasado 5 de Mayo fue la ocasión histórica en que los alcaldes de la región firmaran un acuerdo de voluntades y donde se daría inicio al proceso jurídico-administrativo para lograr la creación de la figura del Área Metropolitana del Oriente Antioqueño. Dicha figura, permitirá consolidar una serie de proyectos de “desarrollo” de carácter regional, aunque primero tendrá que pasar por las urnas en una consulta popular. Los líderes políticos regionales insisten en la necesidad de “desarrollar” la región, hacerla más “competitiva” y “sostenible”.
Los proyectos de infraestructura para el “desarrollo” que se vienen implementando en el Oriente Antioqueño y los nuevos que serán propuestos en el marco de la figura del Área Metropolitana, no han sido lo suficientemente analizados en términos de sus efectos negativos sobre ciertos grupos sociales y el medio ambiente. En una de sus intervenciones del pasado 5 de Mayo, el Gobernador Luis Pérez argumentaba que el Oriente Antioqueño es la región con un “desarrollo” más acelerado del país. Sin embargo, este acelerado “desarrollo” trae consigo efectos indeseados que no pueden ser invisibilizados y habría que acudir a la historia del territorio para advertir que el actual proceso no es nuevo, ni será beneficioso para todos. Las víctimas del proyecto de ampliación del aeropuerto José María Córdoba y del Túnel de Oriente así lo demuestran.
Tal vez no exista hoy un concepto tan naturalizado y que tenga tantos efectos sociales, ambientales y políticos como el “desarrollo”. Programas de investigación, políticas públicas, estrategias de mercado, encuentros, cumbres, proyectos de infraestructura, negocios, finanzas y una amplia cantidad de prácticas y discursos giran alrededor de esta noción, incluso llegando a hablarse de “desarrollo sostenible”, “desarrollo territorial”, “desarrollo con equidad de género”, “desarrollo local”, “desarrollo rural integral” y un largo etcétera. La “era del desarrollo” promovida desde la segunda posguerra por el presidente Harry Truman y el Banco Mundial, fue entendida como un proceso de urbanización, industrialización, tecnificación del campo, transferencia de tecnologías e implementación de una nueva concepción del mundo que comenzó a medir todos los aspectos de la vida en términos de la “ganancia”.
En el Oriente Antioqueño, muchos proyectos de infraestructura, urbanización y modernización de las zonas rurales se hicieron en nombre del “desarrollo”, siendo la segunda mitad del siglo XX la época más relevante en la configuración actual del espacio regional. Dichos proyectos confirmaron que la característica estructural del “desarrollo” es la gran variedad de impactos negativos que produce sobre los territorios, como el desplazamiento, la violencia y la degradación del medio ambiente.
El desarrollo: Nace una idea en el Oriente Antioqueño
Para problematizar la noción del “desarrollo”, es necesario acudir a las fuerzas y los hechos históricos que han configurado el territorio actual del Oriente Antioqueño. Durante la primera mitad del siglo XX, el Oriente fue caracterizado esencialmente como una región rural especializada en agricultura campesina para el autoconsumo y la comercialización departamental, de donde surgió la denominación de ser la “despensa agrícola” del Valle de Aburrá y que se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, a partir de los años 60´s se dan una serie de procesos económicos, políticos y sociales que configuran de una nueva manera la región. La reubicación de la industria del Valle de Aburrá en la zona del altiplano y la construcción de megaproyectos nacionales, provoca una dinámica que vincula al Oriente Antioqueño con el “desarrollo” del centro del departamento. Los tres megaproyectos económicos fueron: En primer lugar, el complejo hidroeléctrico de El Peñol, San Rafael y San Carlos, construido entre los años 70´s y 80´s. En segundo lugar, la construcción de la autopista Medellín-Bogotá, lo que da como resultado la rápida comunicación de la región con Medellín y entre varias poblaciones de la propia región. Y en tercer lugar la construcción del aeropuerto internacional y la zona franca, que refuerzan al Oriente Antioqueño como anudamiento entre el área metropolitana del Valle de Aburrá y el mercado internacional.
La industrialización del altiplano del Oriente Antioqueño resultó ser una expansión geográfica de los poderes económicos del Valle de Aburrá y con dicho proceso en la región aparecen también fases de urbanización y tercerización de sus propias economías. Al mismo tiempo, la llegada del programa de Desarrollo Rural Integrado (DRI) del Banco Mundial al Oriente Antioqueño reestructuró la producción del sector rural, incorporando criterios como el crédito, la transferencia de tecnologías y la adecuación de infraestructuras que favorecieran en términos de productividad a las tradicionales economías campesinas. Así, la región pasa de tener una economía de carácter tradicional y local, a una cada vez más insertada en los mercados globales.
Estos proyectos originaron una escalada de desplazamiento, conflictos e inconformidad por parte de muchos habitantes de la región. Como consecuencia de la implementación de la idea del desarrollo en el Oriente Antioqueño durante las décadas de los 60’s, 70’s y 80’s, surge un movimiento cívico de carácter regional cuya base de acción resulta ser los impactos físicos, ambientales y sociales de los megaproyectos, al tiempo que el alza en las tarifas de energía eléctrica, en una coyuntura que en la escala nacional desataba una movilización cívica en diversos puntos de la geografía. Dicha movilización fue reprimida violentamente lo que ocasionó la muerte de muchos líderes cívicos de la época, configurando así una violencia directa sobre la población que profundizaría la violencia estructural originada por los proyectos de desarrollo.
La segunda ola del desarrollo: ¿Un Área Metropolitana?
El discurso del “desarrollo” que tiene su primera ola con los megaproyectos de la segunda mitad del siglo XX, se reconfigura actualmente con la posibilidad de consolidación de un Área Metropolitana del Oriente Antioqueño. Hacia la segunda década del siglo XXI, asistimos a una repetición de la historia: Se promete para la región mucho más “desarrollo”, “competitividad” y “sostenibilidad”. Pero los proyectos son los mismos del siglo pasado y siguen teniendo consecuencias sociales y ambientales negativas para muchas poblaciones locales que sufren los efectos del “desarrollo” y se convierten en sus víctimas.
Los desplazados por la construcción de la segunda pista del Aeropuerto José María Córdoba y el Túnel de Oriente, hacen pensar que la historia se repite con el anuncio sobre la implementación de las dobles calzadas entre los municipios de la región, el otorgamiento indiscriminado de licencias para proyectos de urbanización, la llegada de nuevas industrias y grandes cadenas comerciales, la minería, las pequeñas centrales hidroeléctricas o la valorización de tierras y el fenómeno de la ciudad dispersa que se viene consolidando sobre el territorio. Estos son hechos que traen a la memoria los viejos desplazamientos, conflictos, impactos y violencias originadas por el “desarrollo” de mediados del siglo XX.
Las diversas dudas que ha originado entre la población el proyecto del área metropolitana y que tienen que ver con el análisis de la ley 1625 de 2013, permiten cuestionar la creación de un órgano supramunicipal de planificación y su forma de intervención sobre las competencias municipales, la idea de un municipio núcleo y su alcalde con capacidad de veto, que tendrá poder de decidir los asuntos más estratégicos de la región (Que en este caso sería el municipio de Rionegro). Éstas son cuestiones que deben ser revisadas por los habitantes del Oriente Antioqueño y suficientemente aclaradas por las autoridades competentes.
Sin embargo, hay que agregar que además de un análisis jurídico riguroso, es necesario desestabilizar la noción que subyace al proyecto del área metropolitana, que es la noción del “desarrollo”. La idea del área metropolitana se presenta al público como un proceso bastante novedoso, producto de algunas mentes brillantes que desde la Cámara de Comercio y la “Tertulia La Glorieta” planifican de manera estratégica la integración del territorio. Pero en realidad se trata de las viejas estrategias de desarrollo que tienen demasiada sintonía con los discursos emitidos en la segunda mitad del siglo XX por quienes promovieron los megaproyectos en el Oriente Antioqueño y que serán viabilizados mediante los llamados mecanismos de integración.
Ante el optimismo que los representantes políticos de la región depositan sobre dicho mecanismo de “integración”, es necesario que la ciudadanía crítica active sus mecanismos de reflexión, cuestione el concepto y las prácticas del “desarrollo” y problematice los modos de relación entre campo y ciudad ligados a la idea de la “competitividad”. Es necesario además preguntarse por el metabolismo energético que necesita el crecimiento económico, la urbanización y modernización que están proponiendo para la región, puesto que dichos mecanismos pueden derivar en consecuencias e impactos ambientales desastrosos para el territorio.
La excesiva festividad por el progreso de la región y la constitución de mecanismos de integración regional, no pueden hacer invisible el lado oscuro del “desarrollo”, sus impactos socioambientales, la violencia y el desplazamiento que le son inherentes.
Juan David Arias Henao - Estudiante de Maestría - Universidad Nacional de Colombia