El Gobierno Nacional decretó el 17 de marzo un Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica dada la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud. Con ello se establecieron medidas rigurosas de distanciamiento físico en todo el territorio nacional con el fin de mitigar los efectos de la epidemia causada por el Covid-19.
Las actividades económicas han sido afectadas de manera parcial y total, según el sector económico, generando una situación de incertidumbre económica que podría agravar los problemas de pobreza y desigualdad que ya se presentaban. Quiero presentar, por eso, un panorama breve que sirva de insumo para reactivar la economía del Oriente Antioqueño.
La estructura productiva de la subregión es la más diversa del departamento. Después de Urabá, es la que mayor producción agropecuaria tiene. Esto le ha dado autonomía para la producción de alimentos y es el sector que mayor cantidad de empleos genera en la subregión.
De las ocho subregiones fuera del Valle de Aburrá, la economía del Oriente Antioqueño lidera la producción industrial, los servicios financieros y la generación de electricidad, gas y agua, incidiendo significativamente el empleo de los 23 municipios que lo conforman. Así mismo, los gobiernos municipales, sobretodo del Altiplano, tienen presupuestos robustos que impactan gastos en obras públicas de infraestructura e inversión social.
Dada la alta heterogeneidad entre las zonas de la subregión en términos demográficos, productivos, geográficos y en condiciones socioeconómicas, debe considerarse un plan discriminado de reactivación por zonas y sectores económicos.
Según un estudio del Grupo de Macroeconomía Aplicada de la Universidad de Antioquia (https://bit.ly/3exLpHt) cerca de un millón de empleos en el departamento están en alto riesgo de afectación, y se proyecta una pérdida de 120 mil empleos por la coyuntura.
Con esa tendencia, en el Oriente Antioqueño podríamos estar hablando de un riesgo de afectación alta en el 30% del total de los empleos, y podrían perderse entre 9 mil y 11 mil empleos de los cerca de 250 mil existentes.
Los sectores con mayor riesgo de pérdidas de empleo están el sector turismo y actividades conexas como hoteles, bares y restaurantes; el sector comercial, industrial y de la construcción. En el Altiplano, en particular, hablamos de los sectores asociados a la floricultura, la industria y el transporte. Los de menor riesgo de afectación están el sector agropecuario, sector financiero y suministro de electricidad, gas y agua.
Las actividades exentas hoy de regulación como el sector agropecuario, salud y comercio de bienes de primera necesidad y la política social con los más vulnerables deben mantenerse y promoverse. Así, es necesario profundizar el acercamiento y valoración de la economía social y solidaria, de la economía campesina familiar y de las comunidades rurales, mismas que han mostrado su fraternidad para suministrar los alimentos básicos a los hogares urbanos.
Mientras tanto, de manera general para la subregión se sugiere, con la información de salud pública veraz y oportuna, reactivar la economía local de manera gradual abriendo la producción industrial manufacturera, el sector floricultor y la construcción de obras civiles con las medidas sanitarias adecuadas.
Los empresarios, por su parte, pueden mantener y alentar actividades que puedan ser reemplazadas por teletrabajo, flexibilizar los horarios laborales a los empleados que deban desplazarse, establecer protocolos sanitarios para la interacción laboral de los trabajadores y acudir a las garantías del gobierno para no afectar la nómina. De igual modo, de manera conjunta con los empleados, establecer estrategias que permitan ganancias en la productividad perdida sin afectar los derechos laborales.
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