Oriente Antioqueño 2026

Que todo sea transparente, y ojalá que las iniciativas sean ejecutadas con la gente y para la gente de la región. Que seamos esa región aeroportuaria, o slow, o ecodesarrollada, o diversa, o articulada, o un mix de todas las anteriores. Pero que lo seamos, no solamente que nos imaginemos siéndolo.

Por John Chica. Colaboración con Oriente Capital (@oriente.capital).

En los últimos días del año, personas, empresas e instituciones acostumbran a hacer un recuento de logros y momentos destacados del período que termina, mientras empiezan a plantear proyectos y metas para el siguiente. Cuando el ejercicio es consciente y honesto, también incluye un balance autocrítico: revisar los pendientes, las brechas, las cosas inconclusas que no se pudieron hacer —o siquiera empezar—, o aquellas que no salieron como estaban pensadas. Desconfío de los informes que solo muestran datos positivos porque, siendo francos, ¿qué proceso o plan sale exactamente como lo soñábamos, sin altibajos, sin desviaciones, sin decepciones?

Hagámosle ese autoexamen a nuestra región, a modo de cierre, desde el punto de vista de un ciudadano cualquiera.

El Oriente antioqueño —tanto como región como individualmente en cada municipio— se ha caracterizado por el esfuerzo máximo de sus líderes en planificar. Muchos pensamos que estamos sobrediagnosticados, sobreplaneados, y sobreestudiados. Desde que trabajo en lo institucional he visto pasar, y de cierto modo he participado, en el Plan Estratégico del Oriente (Planeo), el Banco de Proyectos de la Comisión Subregional de Competitividad, el Tanque de Pensamiento Oriente 2050, Antioquia (Oriente) 2040, Región Aeroportuaria, Ecodesarrollo… y seguramente olvido un par de estudios de prospección del territorio.

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No es que esté mal planear. El problema es que no hemos sido igual de proactivos para ejecutar los proyectos priorizados. Así hemos pasado año tras año, contando en nuestros balances con muchos planes y estudios hechos, pero solo algunos proyectos ejecutados.

No quiero decir que no se hayan hecho cosas, sino que no se han hecho tantas ni tan estratégicas como se han planeado. Muchas se empezaron, pero quedaron a medio camino. Otras se hicieron como piloto sin escalarse a proyectos de impacto real. Algunas las hicimos bien para la zona del altiplano, pero olvidamos las zonas de embalses, páramo y bosques.

Por eso aprovecho el último espacio del año para desearles a todos los lectores —y también a los municipios y la región del Oriente antioqueño— un 2026 de muchos proyectos ejecutados. Ejecutados. Realizados, con metas cumplidas, presupuestos eficientemente administrados, obras construidas, resultados obtenidos, personas beneficiadas.

Que lleguen muchas fuentes de financiación para nuestras iniciativas. Que seamos capaces de ejecutar en equipo, de trabajar en red, de ser solidarios. Y más que nada, de priorizar lo técnico, lo económico, lo social, lo ambiental, sobre lo político y lo individual. Que nos pongamos de acuerdo en lo fundamental. Que todo sea transparente, y ojalá que las iniciativas sean ejecutadas con la gente y para la gente de la región.

Que seamos esa región aeroportuaria, o slow, o ecodesarrollada, o diversa, o articulada, o un mix de todas las anteriores. Pero que lo seamos, no solamente que nos imaginemos siéndolo.

Agradezco inmensamente a quienes, de manera generosa, han leído mi columna durante el 2025, a quienes propiciaron este espacio, especialmente a mis grandes amigos Felipe Hoyos y Esteban Reyes, que han valorado —desde las afinidades y las diferencias— las muchas ideas que he querido plantear por acá. A mis padres y a Natali que han sido siempre los primeros en leer y valorar mi trabajo, y cuando ha sido necesario, han estado allí para cuestionar o contraargumentar las ideas aquí planteadas para así enriquecerlas.

Por un 2026 con más conversaciones económicas y filosóficas con todos ustedes. ¡Salud!