Su tesis controvierte el presentimiento popular de que los colombianos hemos sido privados de los misterios de las ciencias exactas y los fenómenos insondables del universo. Porfía del falso adagio de que las artes de la inteligencia solo están reservadas para veteranos europeos o rubios norteamericanos. Vive en la vereda La Playa de Rionegro, tiene 57 años y responde al apodo de Chucho. Tras inventarse un método de enseñanza para explicar los fenómenos astronómicos mediante operaciones matemáticas, el nombre de Jesús Alberto Murillo Silva ya es conocido en los círculos académicos de Japón, Escocia, Alemania, Suecia, Bielorrusia y otros 36 países del mundo.
Es Ingeniero Geólogo de la Universidad Nacional (UNAL), es cierto, pero su amor de la vida siempre han sido las matemáticas. Ya de niño, cuando estudiaba en la escuela Julio Sanín, o en los años de la juventud en el Liceo José María Córdova, daba señales de su casi obsesiva pasión por las ciencias exactas. Sucedió entonces que, tras haberse especializado en Geoinformática e Ingeniería Ambiental en la Universidad de Antioquia, volvió a la UNAL para estudiar una Maestría en Matemáticas.
“Una de las materias que más me gustó fue Astronomía, con el profesor Carlos Julio Echavarría. No era capaz de volarme para el baño porque me perdía una palabra de este señor. Entonces apliqué en mi trabajo de grado la matemática aplicada a la astronomía. Como soy profesor, yo pensé que era bueno bajarle el nivel a la enseñanza de la matemática para que los más jóvenes la entendieran de una manera lúdica y con los ejemplos que están en el cielo mediante el movimiento de los planetas”, cuenta Chucho.
Meses después de haber entregado su tesis, titulada “Contribución a la enseñanza de las cónicas mediante el uso de la astronomía”, un profesor le preguntó: ¿tiene una copia de su trabajo? Respondió que “sí”, y acto seguido añadió un “¿por qué?”. Entonces, en lo que habría de convertirse en una anécdota pintada de sonrisa, el maestro replicó: “porque no se la vamos a devolver”. ¡Era brillante! Tanto que un día cualquiera del 2013 recibió una llamada de la Universidad Nacional Autónoma de México: querían que viajara a exponer sus métodos de enseñanza.
“Fui muy bien tratado. Me sentí demasiado elogiado. ¡Oh sorpresa para mí! Ellos habían leído el trabajo y ya tenían lista una ampliación. Me preguntaron que si yo estaría de acuerdo en ampliar un tópico que ellos querían. Yo lo amplié porque lo estaban consultando. Un año después regresé con la ampliación, me dieron la oportunidad de llevar dos hijos, y al año siguiente me pidieron que si lo podían imprimir con fines didácticos. Para mí fue un elogio”, recuerda.
Un país tras otro, una llamada tras otra. Cucho, guardando suma prudencia porque “la bulla no es tan conveniente”, se estaba convirtiendo en un distinguido viajante de las matemáticas y los astros. Así, prediciendo eclipses y calculando trayectorias de cuerpos extraños en el sistema solar, su vida comenzó a ponerse de cabeza (en el buen sentido del término). Pero, como el magistral matemático que es, tenía todo fríamente calculado.
“Yo me lo tenía muy guardado, porque quería hacer todo en silencio. No me interesa crear un halo de farándula; la humildad es mejor. No pensé que esto fuera a tener tanto impacto. El trabajo se quedó pequeño, pero ya tengo conversaciones para retomarlo, rehacerlo o actualizarlo. Se escribió en el 2012; van ocho años de nuevos descubrimientos e investigaciones”, sonríe.
Para la muestra un botón: el año pasado entró un cuerpo extraño al sistema solar y Chucho estaba allí para describir que la trayectoria que ejecutó aquel asteroide fue una hipérbola. Así que, basado en predicciones matemáticas, pudo establecer la velocidad del asteroide, el lugar del que provenía y si era probable que volviera a pasar.
El del 11 de noviembre del 2019 fue un caso distinto: tuvo lugar el tránsito de mercurio entre la tierra y el sol, es decir, un eclipse. “Mercurio es demasiado pequeño en comparación con el sol, pero gracias a las predicciones matemáticas, sabía exactamente a qué hora comenzaba el tránsito de mercurio por el frente del sol y el trayecto”, dice con una sencillez de palabras que, no obstante, para el resto de los “mortales” vienen a ser descripciones de genio.
Chucho, que ya se codea con gurús de la astronomía como Jay Pasachoff y Charles Fulco, ha viajado tres veces a Argentina para observar eclipses y participar a la manera de ponente en WorkShops con el resumen de sus fórmulas y dando respuestas sobre ecuaciones, dibujos o fotografías del cielo. Va y vuelve de México, Ecuador, Suiza, Dubai y Francia, aunque tiene en su lista de invitaciones en espera viajes pendientes a Venezuela, EEUU, Marruecos y Portugal. Pero, cuando está en Colombia, mantiene su diaria pero apasionante labor de maestro en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica de Oriente y el Politécnico, enseñando, como lo ha hecho desde hace 24 años, matemáticas, mecánica de suelos, hidráulica, estructuras, etc.
De todas las preguntas que le formulan a diario sus estudiantes de geología y física, hay una que guarda especial importancia para él: “Profe, ¿cómo hago para entender y que me guste?, ¿cómo hago para enamorarme de la matemática?”. Él afirma que no tiene la respuesta, y que quisiera nunca tenerla porque “ahí se acabaría todo”.
“Encuentro que en la gran mayoría de las personas que no les gusta la matemática, tienen cierto temor, miedo, desconfianza sobre su aprendizaje, porque los profesores que hemos tenido en el bachillerato han sido profesores de tedio, que siembran cizaña, de malos recuerdos, que te humillan con la nota. Hay profesores antipedagógicos”, asegura él, el sabio Chucho, el que se pone en los zapatos del estudiante común, el más pedagógico de los matemáticos que uno pueda conocer.