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Relato de una bruja que caminó por Rionegro.

Una bruja de Rionegro en 1795

  • Carlos Andrés Zuluaga Marín
    @anteojosdeoso

    En gran parte de lo que fue la persecución de la religión católica con el ‘Santo Oficio de la Inquisición’, establecido el Tribunal de Cartagena en 1610, estuvo dirigido a brujas y hechiceras, una práctica que de alguna forma se había feminizado a partir del siglo XVI. No obstante, fue en el siglo XVII cuando los inquisidores más las condenaron, abarrotando las cárceles de Cartagena.

  • Sin duda, las brujas constituyen un componente elemental de la cultura, han hecho parte de la tradición de una comunidad y de los elementos que integran sus propios valores.

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    La mujer colonial tuvo -a través de esta práctica- las herramientas para construirse en un ámbito de autonomía y autoridad, estableciendo en cierta medida pautas y reglas en su relación con los demás. Y así no solo atenuar la subordinación en la que se encontraba sometida, sino alcanzar a adquirir algún control sobre el esposo o el amante.

    En cada ciudad había una hechicera, unas más prestigiosas que otras. De hecho, se tienen la creencia de que solo eran mulatas o negras. Si bien lo eran la gran mayoría, también hubo blancas y mestizas, y de diferentes condiciones sociales. Mujeres de hogar, viudas, sirvientas y esclavas, de todas las edades.

    Pero las hechiceras, a diferencia de las brujas, no buscaban cambiar el orden natural valiéndose de artimañas, de hecho, no eran mujeres tan mal vistas por la comunidad, a ellas acudían alcaldes, frailes, ricos hacendados y sus esposas.

    bruja 2

    Caso contrario sucedía con las brujas ya que ellas cometían pecados graves contra la fe cristiana.

    Existió en Rionegro un caso en particular en el cual el señor Manuel Antonio del Castillo, en fecha 31 de mayo de 1795, envió comunicación a los señores del Ilustre Cabildo de la Ciudad de Rionegro, que decía:

    “Estando en este lugar una mugercilla llamada Magdalena Bargas y Cuartas, nigromántica (adivina del futuro), han venido todos a una vez, han dicho que es ynsigne, Echicera; y hallándose varias pobres adolecidas de diferentes achaques; y deseando los consortes de ellas la salud y remedios de sus males, se han denotado a contra de su pobreza a solicitar el remedio por medio de los Médicos, para ver si su ciencia alcanza a curar semejantes achaques y que esos son adquiridos por arte diabólico”.

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    El poder católico y los intereses políticos de las instituciones de entonces combatieron con furia las herejías de estas rebeldes, iniciando así una contrarrevolución que se tradujo en la expulsión de las mujeres de los espacios públicos y la consideración de que representaban un peligro para el nuevo orden social.

    A partir de la llamada segunda ola del feminismo en el año de 1970, la figura de la bruja volvió a tomar importancia buscando principalmente la reivindicación de derechos a través de valores como la libertad de culto, proyecciones políticas, sexuales, de género, ecológicas y comunitarias.

    Una soberanía que estuvo precisamente en las tradiciones de las brujas, sacerdotisas y chamanas desde la Europa precristiana.

    Si bien cabe generalizar el concepto de la bruja, sus prácticas y rituales, a lo largo de la historia se sabe que han entrado en campos donde el maleficio, el conjuro y la destrucción al otro han estado implícitos en muchos casos.

    Almas antiguas, protectoras de la tierra, defensoras de quienes hablan la verdad, guardianas de los animales, amantes de los ríos, adoradoras de la luna, seguidoras del sol, buscadoras de la iluminación, creyentes de la igualdad, practicantes de la magia, guerreras en contra de la oscuridad, luchadoras en contra de la ignorancia.

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