Detrás de cada elefante blanco hay animales de otro tipo: los de toda la vida, que se lucran del erario público. Nuestra responsabilidad como animales políticos es estar pendientes de esos animales de la política. Señalarlos.
Por John Chica. Colaboración con Oriente Capital (@oriente.capital).
Aristóteles nos enseñó que el ser humano es un zoon politikón, un animal político: somos seres que vivimos en la polis, creamos sociedades y compartimos conceptos morales como la justicia. Estamos dotados del lenguaje para deliberar y exigir cuentas.
Pero si somos animales políticos por naturaleza, ¿por qué toleramos en silencio a los animales de la política?
Actualmente la Contraloría de Antioquia investiga 34 elefantes blancos con una inversión aproximada de 4,3 billones de pesos, según ha trascendido en distintos medios de comunicación. Obras inacabadas o abandonadas que representan hospitales y escuelas que nunca se construyeron.
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En La Ceja, con mi amigo Felipe Hoyos, documentamos en un recorrido rápido por las calles del municipio 10 casos de obras públicas ineficaces, inútiles o incomprensibles. La reacción de la comunidad fue abrumadora: en menos de un día los ciudadanos nos compartieron 20 más. Huecos eternos, obras fantasmas, promesas convertidas en concreto mal puesto.
Detrás de cada elefante blanco hay animales de otro tipo: los de toda la vida, que se lucran del erario público. Nuestra responsabilidad como animales políticos es estar pendientes de esos animales de la política. Señalarlos. Porque si no vigilamos, ¿qué clase de animales políticos somos?
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“Detrás de cada elefante blanco hay animales de otro tipo: los de toda la vida, que se lucran del erario público. Nuestra responsabilidad como animales políticos es estar pendientes de esos animales de la política. Señalarlos”.





