
(EFE). Cuando un orangután se separa de su madre, tras pasar los primeros quince años de vida juntos aproximadamente, llevan ya consigo una especie de catálogo mental de casi 250 plantas y animales comestibles, y el conocimiento de cómo conseguirlos.
Un estudio recogido este lunes en la revista Nature Human Behaviour revela que ningún orangután podría adquirir por su cuenta, mediante el típico ensayo prueba-error, esta especie de “conocimiento enciclopédico” para alimentarse por su cuenta cuando se independiza, y que son los años de observación y exploración junto a otros miembros de su especie los que le hacen adquirirlo.
Para llegar a esta conclusión, científicos del Instituto Max Planck de Conducta Animal de Alemania utilizaron una amplia base de datos recopilada sobre orangutanes salvajes de Sumatra (Indonesia).
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Los datos incluían 12 años de observaciones diarias, en las que se registraron los comportamientos de los orangutanes cada pocos minutos. Para completarlos, los científicos recrearon escenarios en los que los orangutanes jóvenes se veían privados de diferentes tipos de interacciones sociales a medida que crecían.
Construyeron un modelo de simulación que recreaba la vida de los orangutanes desde su nacimiento hasta la madurez, a los 15 años.
El modelo incorporaba tres comportamientos sociales clave que, según las previsiones, influyen en el desarrollo de la dieta de los orangutanes: la observación a corta distancia de otros mientras comían en el bosque, la proximidad a otros orangutanes que se alimentaban, o, simplemente, ser guiados a lugares adecuados para alimentarse.
“Eso nos permitió determinar qué tipos de interacciones sociales ayudan a los orangutanes jóvenes a aprender qué comer, e incluso clasificar su importancia”, señala una de las autoras, Caroline Schuppli, del Instituto Max Planck.
A más aprendizaje social, mejor dieta
El resultado fue que cuando se disponía de los tres tipos de aprendizaje social (la condición más similar a la de los individuos salvajes), los orangutanes simulados mantenían dietas similares a las de los adultos (unos 224 tipos de alimentos), aproximadamente a la misma edad que los orangutanes salvajes.
Pero el simple hecho de aislarlos de las observaciones a corta distancia (mirar fijamente) tuvo un efecto: los orangutanes simulados tuvieron un desarrollo dietético más lento y solo alcanzaron el 85 % del repertorio dietético completo de los ejemplares salvajes en la edad adulta.
Al eliminar tanto las miradas fijas como las asociaciones de proximidad, los simios simulados quedaron con dietas drásticamente más limitadas. Estas dietas nunca se acercaron a la variedad que poseían los adultos salvajes.
“Estamos ante pruebas convincentes de que la cultura es lo que permite a los orangutanes salvajes construir repertorios de conocimientos mucho más amplios de lo que podrían aprender por sí mismos”, señala otro de los autores, Elliot Howard-Spink, actualmente investigando en la Universidad de Zúrich.
El siguiente paso, señalan los investigadores, será comprender cómo este conocimiento acumulado culturalmente influye en la ingesta energética, la supervivencia y el éxito de los orangutanes.
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