La enseñanza de Urán: pedalear cuesta arriba

Cristian Fernando Duque López, Psicólogo y Magister en Humanidades. Docente Universitario y Conferencista. Especialista en Gestión para el Desarrollo. Email: [email protected] Cel. 311 361 77 56

Días atrás, viendo todo el furor generado por la excelente participación de Rigoberto Urán en el Tour de Francia 2017, pensaba en todo lo que representa este ciudadano de a pie, un hombre hecho a pulso y que supo superar la adversidad, aun cuando ya casi nadie daba un peso por él.

Antaño era muy común un refrán que reza así: “en la mesa y en el juego se conoce al caballero”, y esto tiene mucho de cierto; no es coincidencia que los colombianos en este tipo de competencias sobresalgan como los mejores escaladores, representando el carácter luchador de esta raza que a lo largo de la historia ha tenido que superar y sobreponerse a las adversidades de la naturaleza, la economía, la guerra y a las circunstancias difíciles que le ha tocado vivir.

Según el filósofo Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”, pero no podemos caer en ese determinismo y fatalismo existencial de pensar que estamos determinados y que no hay nada qué hacer. El reto personal es que cada quién, según sus capacidades, dé lo mejor y trate de ser una excelente versión de sí mismo, aun en el contexto más difícil.

Rigoberto representa a las personas que con empuje, berraquera y alegría, superan las adversidades y conquistan el mundo demostrando que las barreras principalmente existen en la mente. Proveniente de una familia humilde, Rigoberto aprendió desde pequeño que todo en la vida cuesta, y que para sobrevivir debía ser creativo. Él no se instaló en la queja habitual sobre la falta de oportunidades o maldijo la vida al perder a su padre por causa de la violencia.

Este antioqueño nos da una enseñanza de vida al mostrarnos que la humildad y la alegría son las dos mejores herramientas para estar en el mundo y afrontar la vida. Humildad para reconocer que nadie es más que nadie, a la vez que es una cualidad de almas grandes, y alegría para disfrutar cada momento, sonreír como señal de regocijo y de que vale la pena vivir.

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, decía: “soy afortunado en la vida, nada me ha sido fácil”; por eso bienaventurados aquellos que nos hemos hecho a pulso y hemos pedaleado por la vida cuesta arriba, ya que así es como se fragua el espíritu, se fortalece la voluntad y se aprende a valorar lo conquistado.

Pedalear cuesta arriba es trascender las circunstancias y lograr lo imposible, a la vez que comprender que los triunfos están hechos a punta de sacrificios. Quiero resaltar hoy, valiéndome de Urán, el esfuerzo de todas esas personas a quienes les ha tocado una vida dura, llena de contrariedades y dificultades, pero que con amor, esperanza y fe han sabido sortear cada situación y han conseguido lo que parecía imposible.

Aplaudo a aquellas personas que con algún tipo de dificultad física o enfermedad, resurgen; elogio a aquellas madres que sacan a sus hijos adelante, exalto a los padres que acompañan y forman buenas personas, honro a todos esos emprendedores que trabajan por sacar el país adelante, y felicito a los que se comprenden como escaladores de una vida hecha por etapas y que premia solo a quienes combaten hasta el final.

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