Mientras la Iglesia católica espera por el humo blanco que anuncie un nuevo papa, dos espacios dentro del Vaticano cobran especial protagonismo: la Capilla Sixtina y la llamada Sala de las Lágrimas. Ambos lugares, cargados de simbolismo, son fundamentales en el proceso de elección del sucesor de san Pedro.

En la Capilla Sixtina, ubicada en el Palacio Apostólico, se desarrolla el cónclave bajo estrictas normas de sigilo. Allí, los 133 cardenales electores han comenzado desde hoy las votaciones en mesas especialmente instaladas, con una estufa donde se queman las papeletas. El humo que emana la chimenea, visible desde la Plaza de San Pedro, informa al mundo si hay o no consenso: negro si no hay elección, blanco si ya hay papa.

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    Adyacente a este recinto está la Sala de las Lágrimas, una pequeña sacristía donde el cardenal elegido se retira en solitario antes de aparecer en público. El nombre alude a la emoción del momento: es allí donde el nuevo pontífice se pone por primera vez la sotana blanca, confeccionada por la sastrería Gammarelli. El espacio, modesto pero simbólico, alberga tres túnicas de diferentes tallas, 7 pares de zapatos con diferentes tallas y el resto de los ornamentos papales, como la muceta (una capa roja que va sobre los hombros), la estola papal (una bufanda roja con bordados dorados y estampados de los cuatro evangelistas) y distintas cadenas con cruces.

    Mientras el mundo observa atento el resultado del cónclave iniciado este 7 de mayo, estos dos espacios permanecen como testigos de uno de los ritos más antiguos y reservados de la Iglesia católica.

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