Mujer sentenciada a muerte en Marinilla (siglo XIX)

Hechos de historia, Jeison López

“En el Archivo Histórico de Rionegro se encuentra la sentencia de muerte proferida para Maria de la Luz Giraldo, mujer que asesinó en Marinilla a su esposo en 1828”.

Por Jeison López.

Las ejecuciones públicas fueron comunes en el ámbito nacional durante los siglos XVII, XVIII y XIX, y generalmente se realizaban en las plazas, hoy parques principales en su mayoría. Más allá de ser procedimientos legales, jurídicos, también tenían un trasfondo moral y religioso. Las autoridades civiles y eclesiásticas debían preponderar por el orden, las “buenas prácticas” y los deberes del “buen cristiano”. Cuando sucedía algún tipo de delito que aterrorizaba a la población civil, atentando contra las leyes establecidas, según la gravedad del caso, se acudía a la pena de muerte.

El Oriente antioqueño no fue ajeno a esta práctica, existe un caso en el Archivo Histórico de Antioquia del año 1745, donde el alcalde de Rionegro le solicitó al gobernador de la provincia mandar un verdugo para ejecutar a la esclava Nicolasa Mejía. También, en el Archivo Histórico de Rionegro se encuentra la sentencia de muerte proferida para Maria de la Luz Giraldo, mujer que asesinó en Marinilla a su esposo en 1828. Dicho documento fue encontrado por el historiador Luis Felipe Vélez Pérez.

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La conducta delictiva de Maria de la Luz fue catalogada como un “conyugicidio”. Ella hirió a Sacramento Montoya, su marido, el 27 de julio de 1828 en horas de la noche, con unos garrotazos en la cabeza. Su muerte no fue instantánea, ocurrió dos días después y de acuerdo con las observaciones de su estado de salud, difícilmente respiraba. La acusada aceptó los testimonios de algunos declarantes, se dijo que el homicidio fue premeditado, ella mantenía desde hacía algún tiempo un trozo de caunce en la cocina de su casa. Con él derribó a su esposo de un golpe y estando en el piso, lo siguió prendiendo a garrotazos. Sin embargo, Maria de la Luz comunicó que Sacramento le dio primero con otro palo y en su defensa cogió el garrote. No obstante, los peritos encargados de la investigación no encontraron contusiones o rastros en el cuerpo que manifestaran en ella algún tipo de violencia.

Por el contrario, se tuvo conocimiento de una demanda del año 1827, la cual contenía que, Maria de la Luz junto con su hija, le propinaron una golpiza a Sacramento, dejándolo en cama, y ambas estuvieron detenidas. Además, Ramona López, quien participó en el proceso judicial, expresó que la imputada le dijo en una ocasión que no esperaba más que su marido le tocara el pelo para quitarle la vida y dormía con un cuchillo debajo de la estera para efectuar tal acción. A su vez, se extendió el rumor de la ilícita amistad (infidelidad) que sostenía Maria de la Luz con un hombre casado; debido a esto, su esposo Sacramento le impedía que fuera a la casa del sujeto sospechoso. Se creyó que ese fue el motivo principal para deshacerse de él.

En consecuencia, el 18 de octubre de 1828, mientras se encontraba presa en la cárcel pública de Marinilla, fue notificada de la sentencia de muerte. Inicialmente, se tenía prevista la horca, pero el 11 de junio de 1829, desde Bogotá se estableció que Maria de la Luz Giraldo debía ser “fusilada en la plaza pública de la villa de Marinilla en un día que no sea festivo y su cadáver sea expuesto al público en el cadalso (tablado para la ejecución) por tres horas para que sirva de escarmiento a los delincuentes y dé satisfacción a la sociedad ofendida”.

Finalmente, el lunes 13 de julio del mismo año, la condenada fue sacada de la cárcel para cumplir la pena capital, la condujeron a la capilla de la villa para así garantizar los auxilios espirituales. A las 10:30 a. m. la sacaron de la iglesia, la llevaron a la plaza y la subieron al cadalso. Luego, el capitán de la escolta, Ignacio Bernal, hizo la señal y sus hombres accionaron las armas. La muerte de Maria de la Luz se produjo de manera inmediata. Como había sido establecido, su cuerpo fue expuesto durante tres horas. Al siguiente día, a las nueve de la mañana, Pedro Posada le dio cristiana sepultura en el cementerio de la villa. Describió que fue enterrada con un vestido de fula azul.

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