Si bien es cierto que Colombia no es tan opulenta en petróleo como otros países de nuestra región, las reservas nacionales no son poca cosa, no en balde se estima que Colombia dispone de reservas de crudo y gas natural en la cantidad de 37.000 millones de barriles y por lo tanto no es de extrañar que estas reservas sean consideradas por el gobierno como la base sobre la que se sustenta uno de los motores económicos del país -supone alrededor del 7 por ciento del PIB colombiano y es el destino de poco más de un tercio de las inversiones que llegan del extranjero- al que la mayoría está de acuerdo en que no se puede renunciar, y menos en estos tiempos de crisis mundial.
Pero su importancia no debe ser obstáculo para avanzar en la sostenibilidad medioambiental de la industria petrolera para que esta pueda aportar riqueza y bienestar al pueblo colombiano y a la vez ser compatible con el respeto al planeta durante mucho tiempo, dado que los usos industriales del crudo no se limitan a su utilización como combustible fósil, la previsible sustitución de los coches que funcionan con combustibles fósiles por los coches eléctricos no tiene porque ser el fin de la industria petrolera y ello obliga a que esta se adapte a las nuevas sensibilidades de la sociedad.
Una iniciativa a nivel regional
El pasado mes de diciembre, durante el vigésimo tercer Congreso Internacional del Petróleo, celebrado en la estadounidense ciudad de Houston, funcionarios de los Estados de Colombia, funcionarios de Trinidad y Tobago, junto con el Ministro peruano de Minas y Energía expusieron conjuntamente en el panel de discusión sobre las reservas latinoamericanas, y las oportunidades que este sector ofrece para todo tipo de inversores, pero sin olvidar la necesidad de que tanto las nuevas explotaciones como las que ya se encuentran en activo deberán lograr ser ecosostenibles, algo que pone de manifiesto que el cuidado del medioambiente ha llegado para quedarse incluso en una industria como la petrolífera. Sin embargo las declaraciones muchas veces han demostrado que se quedan en palabras más o menos vacías, por una parte por la dificultad de aplicar medidas ecosostenibles -por el estado de la técnica, por lo caro que resultaría o por una combinación de ambos factores- y por otra por las inercias que llevamos arrastrando desde hace décadas, pero que los altos precios actuales del crudo pueden hacer más sencillo de llevar a cabo si se aprovecha la oportunidad de estos ingresos extra para modernizar y hacer más eficiente ecológicamente una industria que todavía tiene mucho que aportar, pero que también tiene que ser vista con buenos ojos por la sociedad civil colombiana.
Y es que durante el pasado 2021 una parte de la sociedad colombiana -concretamente los residentes de Puerto Wilches, Santander- se ha mostrado frontalmente opuesta al proyecto piloto en torno a la viabilidad del fracking o fractura hidráulica, que precisamente va a realizarse en el municipio santandereano. La oposición al proyecto se articula en torno al temor a los posibles efectos adversos que esta controvertida técnica puede tener en el modo que tiene esta comunidad para ganarse la vida; la ganadería y la pesca, y que podrían verse radicalmente afectados si el proyecto piloto finalmente termina en explotación definitiva, algo que no debe descartarse debido al atractivo precio actual del petróleo.
Aumento de la demanda mundial para el 2022
La OPEP espera que la demanda de crudo aumente durante el próximo año a la par que la economía mundial se recupera, lo que, de llegar a ocurrir, posiblemente terminará por incrementar el precio del petróleo debido a la proverbial ley de la oferta y la demanda, que dice que si algo demandado escasea tiende a subir de precio. De producirse supondrá unos ingresos extra para los Estados que como Colombia cuentan con reservas en explotación, algo que si se aprovecha adecuadamente puede marcar para bien el devenir de la recuperación económica durante los próximos años.
