“Yo tengo unas mulitas ahí y una de ellas me resultó criando”. Estas son las palabras con las que Nelson Gómez, un campesino de la vereda El Oro, en el municipio de Argelia, inicia la historia que en los últimos días ha proliferado en el Oriente Antioqueño, y hasta en el país: La Pava, una de sus mulas, dio a luz. Nació Sinsonte, el muleto, y con él una pregunta: ¿qué hay de raro en que una mula tenga cría?
Las mulas son animales híbridos formados por el cruce entre una yegua y un burro. Las yeguas tienen en su cadena de ADN 64 cromosomas y los burros 62. Por tal razón, el apareamiento entre estas dos especies da vida a una cría con 63 cromosomas: las mulas.
Aunque las mulas cuentan con todo el aparato reproductor, su configuración genética no permite que críen. “63 es un número impar, lo que hace poco probable que los óvulos de las mulas se junten completamente con los espermatozoides del macho, y así puedan criar un animal viable. Los óvulos de las mulas por lo general no son fértiles”, explica Catalina Vélez, veterinaria y doctora en embriología de la Universidad Nacional de Colombia.
Según la especialista, “la biología es tan linda que permite estas excepciones”. Es decir, los casos en los que las mulas cuentan, no con 63 cromosomas, sino con 62 o 64 heredados de su padre o madre, “son un defecto genético a favor porque por esto pueden criar”. Ese es el caso de La Pava, la madre de Sinsonte.
El caso de Sinsonte, entonces, es uno entre 10.000, que solo es posible gracias a las bondades que trae consigo el azar de la biología. Aunque es probable sea un muleto estéril, Sinsonte tiene vigor híbrido: la agilidad del caballo y la resistencia de la mula, características con las que solo gozan quienes, al igual que él, son una extraña pero hermosa ecuación de la naturaleza.
Don Nelson, sin entender mucho sobre el porqué de la cría, y quien advierte que “si uno le dice alguien que una mula va a criar, se lo gozan”, ve que Sinsonte “va ser muy grande y buen muleto”, razón por la que se siente contento, pues jamás imaginó que lo que pensó una enfermedad o “embuchamiento” de su mula, fuera a terminar en el parto que volcó los ojos de la prensa a su finca.
Mientras tanto Sinsonte, con sus particulares patas de rayas negras, juguetea al lado de su madre en un potrero cercano a la finca de don Nelson, robándose las miradas de campesinos, científicos y periodistas que aún no salen del asombro.