Por estos días, muchas personas se encuentran complacidas con unos días de descanso; algunos salen de viaje, otros aprovechan para salir a caminar, montar bicicleta, patinar, hacer pereza, dormir hasta tarde, pasear, visitar amigos, familiares, hacer muchas cosas que dentro de su vida cotidiana no pueden hacer. Quizás, porque los horarios extensos del trabajo o las largas jornadas académicas durante el resto de las semanas del año absorben el tiempo y la energía.
Sin contar con aquellos que ni podrán salir, porque las deudas que adquieren en lo corrido del año son más grandes que sus ganancias; trabajando con un gran nivel de frustración, porque cuando llegan los pagos quincenales o mensuales se les descuenta inmediatamente todas sus deudas, quedando un saldo irrisorio, que con dificultad alcanzará para suplir las necesidades básicas.
La mitología griega narra la historia de Sísifo, un hombre que fue condenado por Zeus y Hades a empujar una piedra todos los días cuesta arriba por una ladera de una montaña empinada, con el triste destino de verla rodar en las tardes nuevamente a su lugar de destino para volver a subirla. Esta, es la metáfora del hombre que día a día vive desgastándose sin encontrar un propósito, un destino y quizás un poco de disfrute en aquello que hace.
En el contexto actual, es muy común en el léxico de las organizaciones la palabra “estrés”, término que expresa fragmentación, angustia y agotamiento por los altos niveles de exigencia de las instituciones, que para ser productivas deben exprimir hasta la última gota de tiempo, y esto es de vida de sus empleados, creyendo que así cumplen con sus metas y objetivos competitivos de producir, ganar y acumular.
Si el lector ha podido percatarse, esta no es una cavilación sobre el descanso sino sobre el uso del tiempo. Dicen que este es el bien más preciado del hombre. La cuestión, es que como con la razón, cuando tenemos tiempo no sabemos qué hacer con él y nada raro, es que pasen estos días de vacaciones y luego la gente se percate de que no alcanzó a hacer todo lo que quería o simplemente no hizo nada.
Qué rico aprender a disfrutar cada día como si fuera el último, recordar hacer todo aquello que nos gusta y da felicidad, sin estar condicionados a que el nivel de disfrute va a depender de lo que se invierta. Muchos creen que si gastan mucho dinero para viajar a lugares perfectos van a ser más felices, y pues quizás, puede que el niño que se baña en la quebrada de su vereda, sin pagar un solo peso, goce mucho más.
Así, que hay dos condiciones necesarias para ser feliz, ya sea en vacaciones o en cualquier época del año y son: tener tiempo para hacer lo que te gusta, y buena disposición para saber disfrutar lo más sencillo, como la sonrisa de un niño, un dulce o una puesta de sol. Y tú ¿Qué tiempo dedicas para ti y que tanto sabes disfrutar?