Por: Carlos Andrés Zuluaga Marín

@rionegro_historico

  • “Al cabo llegan a la quebrada parlanchina y bulliciosa como ellas. Cada cual va a su puesto y momentos después se empieza la tarea entre carcajadas de las unas y los cantos de las otras que rompen la cadencia cristalina y arrulladora de las aguas y el rumor soporoso que bajo las frondas y cerca de las fuentes producen los insectos. El golpe de la ropa contra las piedras de una fragua. Cuando una se calla otra empieza. Las pullas se cruzan de lavadero a lavadero como saetas ágiles. Las murmuraciones se enredan con dulce facilidad y la vida de la población se comenta y conoce mientras la ropa que se lava ensucia los cristales de la quebrada.”

    José Antonio Gutiérrez Ferreira. “Cronistas de El Gráfico - El Lavadero.” El Gráfico, 19 de Mayo de 1923.

    Existen en diferentes archivos públicos y particulares imágenes de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, de fotógrafos de Rionegro, Medellín y de diferentes lugares de Colombia, como también provenientes de cualquier rincón del mundo, científicos y viajeros que se centraban en documentar lugares muy específicos a su labor, no obstante, plasmaron para la eternidad en sus láminas fotográficas diferentes tipos de mujeres y sus oficios, en la mayoría hoy desaparecidos.

    Trabajos, por lo general mal valorados, invisibles ya que no aparecían en las estadísticas oficiales y por los que las mujeres recibían salarios muy bajos pero que en realidad eran un complemento indispensable para el sustento familiar.

    De todos estos trabajos, considerados especialmente “penosos”, eran los realizados por las lavanderas y las aguadoras, ya fueran amas de casa o empleadas del servicio, generalmente mujeres solteras por su situación temporal.

    Y que hasta hace no mucho más que un siglo tanto en pueblos como los del oriente antioqueño y ciudades como Medellín o Bogotá, era habitual ver mujeres con cántaros o bultos de sábanas sobre las cabezas o en la cintura, al no existir o estar suministrado el agua o acueductos en las casas para el aseo y la cocina, era necesario recogerla todos los días de las fuentes, incluso varias veces al día. Alrededor de estas fuentes se agrupaban esperando su turno por lo que se convirtieron en lugares de socialización y de encuentro.

    Alrededor del Puente Mejía se encontraban las piedras más adecuadas para restregar la ropa y el agua más limpia para enjuagarla. Cuenta la oralidad que las caminatas al río iban acompañadas de cantos que avisaban su paso por el barrio Belchite hasta llegar a su punto de trabajo.

    Fue hasta bien entrado el siglo XX que tras la adecuación del acueducto en la zona urbana de Rionegro a partir de los años 20 en adelante que estos oficios fueron desapareciendo. Es por esto que estas fotografías de mujeres con sus sábanas, ropa y enormes cántaros, cuando lo que demandaba en esa época eran imágenes de plazas, personajes ilustres y monumentos, han adquirido un valor documental como huella de un pasado de nuestro patrimonio inmaterial.