Carlos Gómez es un joven del municipio de Rionegro, administrador de empresas, escultor empírico y autodidacta de las artes. Todo empezó cuando tenía 5 años, la plastilina terminó por convertirse, 20 años más tarde, en el instrumento para plasmar su creatividad, esta vez con porcelanicrón y, sobre todo, con mucha paciencia.
“Mi mamá me colocaba a jugar con plastilina, ahí empecé a desarrollar la habilidad. Hacía esculturas de animales y tenían buen registro; desde ahí me empezó a gustar, en el colegio en las áreas de artística hice mis primeras figuras”, narró Carlos, mientras hacía un recuento de la búsqueda en su consolidación como artista plástico.
Hace un año se graduó de la Universidad Católica de Oriente como administrador de empresas, hasta ese entonces veía la escultura como una pasión a la cual le imprimía dedicación de manera espontánea; la pandemia, como a muchos, cambió su panorama, obligándolo a ver otros horizontes y consolidando un proyecto que hoy es la base para su subsistencia; él se da el lujo que pocos tienen, de vivir del arte.
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“Hago todo lo que las personas quieran, trato de darle originalidad a mis figuras, algo que las diferencie del mercado tradicional, que tengan un toque artístico”, añadió.
Conoce más de su trabajo en @Figurasgz