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Embarazo sorpresa

  • juan_camilo_actualizada

    Es una casa común: un par de cuartos, una salita oscura, un corredor para tomar chocolate y contemplar las horas extras del día que prolonga su existencia, debatido entre la noche que acecha y que lo encierra en una niebla como velo de novia, con el silencio y su levedad.

  • Dos mujeres en casa: Blanca, 63 años, cabello entrecano, y su hija, su sombra: la sigue, la acompaña. Juntas, siempre juntas. O casi siempre.

    Blanca se sienta en el corredor frente a una huerta con yuca, plátano, cebolla y dos patos que caminan en fila.

    -Mi niña no se movía de aquí- me dice-, y resultó que un vecino la conquistó en el tiempo de la enfermedad del viejito.

    El viejito, su esposo, vivía hasta hace unos meses. Una enfermedad terminal le corroía el destino. Lo acostaban en una cama, lo llevaban hasta una silla. Sin alientos.

    -Y en esas lograron la oportunidad un muchacho de allá encima del balcón- señala una casa de madera de dos pisos a 20 metros-. Y ver que tiene mujer el güevetas. Y vino y la conquistó.

    De la penumbra sale su hija con una taza de chocolate. La miro y me sonríe con sus dientes desgastados y negros, tal vez un cepillo nunca ha recorrido esa superficie, tiene un vestido y un bulto que salta a la vista. Mañana, ahora no lo sabe, se montará en un bus con Blanca directo a un hospital. En el camino se encontrará con una ambulancia que la llevará 50 kilómetros hasta un pueblo, en donde nacerá Lisveth.

    -Yo digo, gracias a dios ella tiene 37 años. Al cabo de la vida le toca a uno ver más nietos- dice Blanca. Su hija se queda de pie a mi lado y sonríe debatida entre la vergüenza y la emoción. Ella no es normal, claro, por eso es la sombra.

    -Pero estás emocionada- le digo.

    -Claro- y suelta una sonrisa sincera, su emoción.

    -Ella dice que no se le da nada, porque ahora dice que no sabe cómo es- interviene Blanca, que mañana tendrá su octavo nieto-. Vamos a ver si sale parecido a ella o al taita.

    La hija quiere que se le parezca porque el tipo de la casa de madera, casado él, lo niega y lo niega. Casi nueve meses atrás, cuando el viejo estaba vivo y Blanca lo llevaba de un lado a otro, el vecino se llevó a la muchacha entre los matorrales y pasó. Ya sabemos. Perdió la virginidad y quedó en embarazo.

    -Él se vino dizque a colaborar, a ayudar al viejito y venía era… fue y la conquistó en la cocina. Le hago el reclamo y lo negó…- dice ahora enojada- Ella no ha tenido novio por ninguna parte, no se ha llegado a mover de aquí pa ninguna parte. Digamos que sea una muchacha brincona, callejera, pero nada. Ella no se mueve nada. Eso fue en el tiempo que el viejito se agravó, lograron la oportunidad. Pero qué se va hacer, darle las gracias a mi dios.

    -¿Y qué te dijo, cómo te conquistó?- le digo.

    -Ofreciéndole dinero y al otro día…- vuelve a intervenir Blanca.

    -No me dio nada- ríe.

    -¿Cuánto te iba a dar?

    -20 mil o no sé cuánto, y no me dio nada- ríe de nuevo.

    Lisveth.

    * Juan Camilo Gallego Castro (Guarne, Colombia, 1987) es periodista de la Universidad de Antioquia. Autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta (2013), es especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de una maestría en Ciencia Política.

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