En el helicóptero arpía hay un niño que sonríe. Un niño que empuña un cañón. Un niño con casco. Un niño al lado de un soldado.
Frente al helicóptero arpía hay un papá que sonríe. Un papá que empuña una cámara fotográfica. Un papá que carga el bolso del niño. Un papá al lado de un público enardecido.
Alrededor del papá hay un público que sonríe. Un público que observa al niño. Un público que mira al papá. Un público que espera el turno para subir al helicóptero arpía y ser fotografiado.
En el aire, sobre el helicóptero arpía, hay navecitas que van de derecha a izquierda, que se doblan extasiadas, que sueltan humo, que lanzan bombitas de luces amarillas, que dibujan corazones y flechas que los atraviesan.
En el suelo hay más público que mira hacia arriba, que mueve la cabeza como en un partido de tenis, que aplaude y se coordina para decir oooooohhhhhhh, aaaaaaaaahhhhhhhhhh, eeeeeeeeehhhhhhhh. Aplauden y no paran de aplaudir.
En la pista hay más avioncitos y helicópteros. Unos con cañones, otros con bombas, otros para cargar hombres con cañones y con fusiles y con paracaídas y con cuchillos.
Por los altavoces se escucha la voz de un hombre. Sólo sabe decir: héroes, seguridad, grupos al margen de la ley, patria, salvar, sacrificio, honor, ejército nacional, fuerza aérea, orgullo.
Aplauden y no paran de aplaudir.
El niño sobre un helicóptero arpía. El papá que lo fotografía. Una foto con un niño que empuña un cañón y dirige su mirada radiante. Niños y papás, novios y novias, abuelos, nietos, esposos, todos, todos, se toman fotografías. Las montan a Facebook, las editan en Instagram, las comparten en Twitter. Ellos al lado de los juguetitos, ¡qué grandiosa creación humana! Los juguetitos estos, inmóviles, acariciados. Juguetitos que parecen rockstars.
Los juguetitos estos no dejan de ser armas para matar. El cañón no deja de ser un arma para matar. El niño se postula para disparar un cañón que mata. El papá orgulloso le pide apuntar. El papá dispara, sin sonido, su cámara fotográfica. El niño intenta disparar un juguetito que ahorita no mata, que ahorita no hiere, que ahorita no vibra ni suelta humo ni fuego ni ráfagas.
Ahorita no.
* Juan Camilo Gallego Castro (@jcamilogallego) es autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta, proyecto ganador en crónica de la Primera Convocatoria de Estímulo al Talento Creativo-Antioquia 2012. También es periodista, especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del mismo centro universitario.