“Por un clavo se perdió una herradura,
por una herradura se perdió un corcel,
por culpa de un corcel no llegó un mensaje
y por culpa del mensaje que no llegó
se perdió la guerra”, proverbio Chino.
Genera cierto malestar que en un país donde se cometen tantos atropellos e injusticias no sea suficiente con el obrar inadecuado de muchos funcionarios y personas en el poder, sino que a su vez, se da una cierta permisividad de muchas personas que de forma disimulada callan y fingen no saber nada de lo que está pasando.
Hace algunos años, el gobierno de Colombia hacía una campaña titulada: “los buenos somos más”. Valdría la pena pensar si esto es cierto: ¿por qué estamos sumidos en una cantidad de paros y se respira un aire de inconformidad en las masas? Si alguien fue víctima de un robo, ¿por qué no denuncia? Ni que decir, cuando en la calle se ve un hombre golpear a su pareja o un adulto maltratar un niño; todo el mundo sigue su camino, nadie escuchó ni vio nada.
Nos hemos acostumbrado a la indiferencia. Al parecer, nada logra interpelar a las personas de una cultura como la nuestra, que desde la más tierna infancia han recibido un mensaje claro que además ha quedado impregnado en las representaciones mentales sobre las interacciones humanas y la vida en sociedad: “no se meta en la vida del otro, no sea sapo”. Esto ha calado tan hondo, que hemos olvidado la alteridad de la que hablaba Levinas, es decir, esa necesidad de que haya un otro en quién mirarme y que tenga el valor de corregirme si es necesario.
Se plantea aquí cómo todos, en menor o mayor medida, hemos sido testigos silenciosos de una cantidad de hechos a lo largo de nuestro trasegar por el mundo, que de haber actuado y denunciado, hubieran hecho que la vida de otros fuera diferente. Edward Norton plantea el concepto “Efecto Mariposa”, proponiendo que algo pequeño, como una acción, puede cambiar el destino y la realidad presente.
Dicen que lo que hacemos marca quiénes somos, pero habría que pensar que lo que dejamos de hacer dice mucho de nosotros. Desde la secretaria de una empresa que omite entregar una hoja de vida que cambiaría la situación de necesidad de una familia, pasando por el empleado que deja que su compañero de trabajo se escape y no cumpla sus compromisos, hasta el jefe que aún viendo el mal actuar de sus subalternos o el abuso de poder de los mandos medios, no tiene el valor de actuar y cambiar la situación… ¡todos somos corresponsables!
Es el momento de dejar de ser espectadores. Nuestra sociedad exige protagonistas que con empoderamiento y responsabilidad sepan ser la voz de los oprimidos, de los menos favorecidos, de aquellos que sumidos en el miedo de su condición no pueden actuar. Quizas aquello que omito, tarde que temprano me termine afectando a mí y a los míos.
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