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¡Cuánta falta hace un papá!

  • Cuando era pequeño, con mi familia solíamos salir a caminar y pasábamos por un lago lleno de gansos. Cuando menos pensaba, sin darme cuenta me hallaba perseguido por uno de ellos que corría tras de mí, y yo solamente lograba lanzarme sobre los brazos de papá para ponerme a salvo. Recuerdo también, cuando en la pequeña monareta azul de mi hermano, aprendí a montar bicicleta y papá me sostenía para que no fuera a caerme, mientras me impulsaba hacia adelante.

    Han pasado más de treinta años desde entonces, y me pregunto: ¿qué importancia tiene un padre en la vida de un hijo?, ¿por qué para nuestra cultura pareciera no ser relevante el papel del padre dentro de un hogar?

  • En el mes de mayo se celebra con bombos y platillos el Día de la Madre, mes en el que muchas personas sacan pecho y dicen a boca llena: ¡madre solo hay una, padre es cualquier sin vergüenza! Por expresiones como esas, el Día del Padre pareciera ser menos relevante y pasar desapercibido.

    En Latinoamérica ha tomado fuerza la representación social de la poca apreciación de la figura paterna, constituyéndose una cultura del “Despadre”, de donde parecieran surgir muchas de las problemáticas sociales actuales.  Los niños que crecen con padres ausentes son más propensos a desarrollar problemas de conducta, fruto de su sentimiento de abandono, miedo e inseguridad.

    Dentro del psicoanálisis, Lacan plantea que la función paterna cumple la tarea de instaurar la ley, es decir, de establecer la norma y poner límites. Así entonces, apenas puede entenderse por qué hoy se ven en crisis instituciones que imponen autoridad, tales como la escuela, las fuerzas armadas o el estado. Para la psicología, de la madre viene la seguridad y del padre la autonomía, y la ausencia de este último, puede influir según la doctora María Roldán, en que algunas personas lleguen a ser desconfiadas, a tener depresión y a ser impulsivas.

    Pero el problema es que hay muchos padres que aunque están presentes físicamente, están ausentes de la configuración del mundo de sus hijos, ya sea por distanciamiento emocional o por barreras creadas de ambas partes. La madre es el puente entre el niño y el mundo, y en ocasiones estas ponen a sus hijos en contra de sus padres, hablándoles mal de ellos, desdibujándolos, sin darse cuenta que el daño es para el niño, quién tendrá problemas de seguridad, identidad y vacíos que incidirán a lo largo de su vida.

    Hago un llamado a quienes tenemos la fortuna de ser padres, a que asumamos con entereza, entrega y renuncia tan magnánima labor. ¡Qué feliz es un hijo cuando tiene a su lado al padre!, ¡se le nota! Invito a que juntos revindiquemos el lugar del padre y a que enseñemos a los hijos a valorarlos, quererlos, perdonarlos y aceptarlos a pesar de sus limitaciones y falencias.

    Hoy que han pasado siete años desde la muerte de mi padre, digo con nostalgia: ¡cuánta falta hace un papá! Tú que lo tienes abrázalo, escúchalo, disfrútalo, ámalo, juega con él, mira que no sabes cuánto tiempo te vaya a acompañar.

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