Por: Carlos Andrés Zuluaga Marín - @rionegro_historico
Las edificaciones de la plaza vuelven a consumirse tras la inclemencia del fuego. Nuevas generaciones vuelven a presenciar la catástrofe de perder parte de nuestro patrimonio histórico. Por fortuna, en esta ocasión, tampoco hubo víctimas fatales.
Rionegro tuvo una transformación sustancial en dos momentos de la historia, ligados en parte a las predisposiciones arquitectónicas designadas en un inicio por las mismas leyes regidas desde la Península Ibérica, lo que conocemos en la actualidad como “arquitectura colonial". Luego, por las nuevas tendencias donde buscaban implementar elementos identitarios autóctonos, forjados por un nuevo concepto de República, situados durante todo el siglo XIX y XX.
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Aquí llegaron importantes alarifes (arquitectos), contratados por los grandes comerciantes Rionegreros, órganos autónomos e independientes que impulsaron a través de su sagacidad, inteligencia y trabajo, lo que hoy es declarado como el “El Orgullo Paisa” y el surgimiento de la Gran Antioquia. Familias y generaciones que habitaron cada una de esas casas que rodeaban la plaza y alrededores de todo el entorno de nuestro Centro Histórico.
Para 1963, se declaraba este núcleo urbano Patrimonio Histórico de la Nación. Cada puerta, muro, ventana, baldosa que hiciera parte de este entorno era un Monumento Nacional. No por nada lo era. Sustentos son muchos de muchos.
Incluso, años atrás, año de 1949, en la fatídica noche de ese miércoles 15 de noviembre, un grupo de borrachos conservadores, provenientes de Bello y Medellín, montados en unos buses de escalera, emprendieron destino a la “Meca de la Libertad”. Aquí escalaron con sus bombas molotov, escopetas y pistolas, a cosechar el pánico que ya venían sembrando días atrás el alcalde y el grupo policial, designados de manera premeditada en ese entonces por el propio Gobierno Nacional y departamental, tras los inclementes enfrentamientos de pensamiento político extremo que hemos padecido los colombianos desde el comienzo de nuestros días como Nación.
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Toda la zona norte de la Plaza fue consumida por el fuego. Los enormes caserones, donde vivió parte de su infancia el héroe, José María Córdova, y su familia. También la casa que habitó Tomás Cipriano de Mosquera, la cual fue “sede provisional del Gobierno Nacional” durante la Convención de los Estados Unidos de Colombia. Y el lugar que en su momento fue hogar de decenas de vecinos y comerciantes de Rionegro, quienes por años sufrieron de este ataque miserable, acabando con sus negocios y sus posesiones materiales. (Cada detalle e incidencia de este suceso será contado por medio de la publicación que haré próximamente a través de un libro de crónicas).
Llevo más de diez años reclamando y defendiendo precisamente la protección de este patrimonio que día a día se destruye. Muro a muro se va extinguiendo algo que no debería de ser destruido. Hoy lamentablemente sucede este trágico hecho. ¿Hará falta entonces que este tipo de accidentes piroclásticos sacudan la conciencia del pueblo, y logren hacer sentir la importancia de un patrimonio material?, que en vez de ser un baluarte se ha convertido en un miserable obstáculo. Cuando vemos que en las grandes metrópolis del mundo sacan un provecho incalculable en términos económicos a través de los atractivos turísticos que se presentan.
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Día a día caen muros de tapia en el centro histórico. Muchas ciudades del planeta han optado por armonizar y recrear a través de su arquitectura tradicional, un atractivo para propios y visitantes. Caso tal ha sucedido con muchas ciudades europeas que fueron bombardeadas y demolidas durante la segunda guerra mundial, y hoy son destinos de talla internacional.
El Patrimonio Histórico y material es recuperable en la medida en que cada involucrado acuda a un interés y acuerdo en común. Esperemos que en ese mismo sitio se puedan acondicionar edificaciones que recreen lo que alguna vez pudimos apreciar.
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