“Carro bomba en Corinto”. Se lee esto de repente y se pasa página. Pero, por un hábito desatento, se vuelve la hoja y la mirada repasa la primera línea. “El carro bomba que explotó esta tarde en Corinto fue detonado frente a la Alcaldía”, dice la nota, y a un costado del texto se observa la fotografía de una calle donde todo está prendido en fuego. En el sumario se anotan, además del edificio de la administración, algunos locales comerciales involucrados.
Parece que no hubo muertos y, por lo que se ve, ese municipio debe estar lejos de la capital del Cauca, puesto que los heridos más graves fueron llevados a Cali y a un pueblo vecino del sureste. Se lee: “el número de lesionados asciende a 43”, y hay otra foto donde sobretodo puede percibirse humo, bocanadas de un color negro y como indigno. Hay varias fachadas afectadas, varios vidrios rotos e innumerables escombros.
También, aparecen las primeras declaraciones de un señor Ministro de Defensa que advierte la presencia de las fuerzas militares en la zona, y del primer mandatario de los colombianos, quien rechaza categóricamente el atentado terrorista. Más abajo se enuncia: “Como responsables del reciente atentado se señala a alias ‘Cejas’ y alias ‘David’, pertenecientes a la disidencia de ‘Dagoberto Ramos’”.
Y quizá no se sepa, al leer, que el Cauca es uno de los departamentos donde más se ha recrudecido la violencia en el país, probablemente se ignore que por lo menos otras cuatro disidencias (Carolina Ramírez, Sinaloa-La Mafia, Comandos de la Frontera y Bloque Comandante Jorge Briceño), junto a un grupo de las AUC, se pelean el monopolio de la droga en la región.
Eso no está claro, y tampoco se explica que, según el Observatorio de Drogas de Colombia, entre 2014 y 2019 las áreas de cultivos de coca se multiplicaron hasta casi triplicarse en el Cauca, donde se pasó de 6.389 a 17.355 hectáreas sembradas. No es siquiera comprensible ese incremento en un país con un acuerdo de paz donde se enmarcan estrategias fácticas para hacer frente a la problemática del narcotráfico, donde se figura a un estado con una presencia real en las economías y la producción de la población rural. En cambio –y esto es noticia de primera mano, esta misma semana se radicó el decreto en el Congreso-, ya se está elaborando un retorno a la fumigación con glifosato. Es evidente que ni la administración Duque ni el gobierno anterior se tomaron el asunto en serio.
En la nota, una última imagen deja ver las partes del vehículo que soportó la descarga; incinerado, ensamblada otra forma tras la irrupción del fuego. Hacía dos años desde el último atentado con carro bomba, cuando en la Escuela de Cadetes General Santander se dio ese estallido violento tras el cual murieron más de dos decenas de jóvenes. En esa ocasión, pronto se pudo responsabilizar a los victimarios y cayó sobre el ELN una debida retaliación pública. Su ataque había sido verdaderamente infame, ominoso, y el juicio general y compartido es que hoy no hay, en Colombia, una insurgencia con una lucha popular genuina, y que estos grupos delinquen bajo la bandera del terrorismo y el narcotráfico. A propósito, se lee: “El presidente Iván Duque señaló que no se trata de actos revolucionarios”.
De hecho, este tipo de actos violentos trae consigo la memoria de los peores momentos del conflicto armado durante las décadas de 1980 y el 1990, cuando también lo que determinó gran parte de ese flagelo fue el tráfico de drogas. En la década anterior la Fiscalía solo sitúa otro carro bomba, ocurrido en Chapinero el 12 de agosto del 2010, aunque al menos hubo otros cinco frustrados (uno de ellos en una localidad cercana al más reciente, en Caloto), desactivados en Cauca, Bogotá, Cali, Catatumbo y Arauca.
“El carro bomba en Corinto trajo ecos de ignominia”, dice la nota – y, tres semanas después, las cifras oficiales de la alcaldía que preside Martha Velasco informan un saldo de 59 heridos, en el municipio se han realizado distintas actividades simbólicas para reclamar paz-, y concluye que “se resalta que el terrorismo seguirá siendo combatido sin tregua”, lo que se lee mientras, a un tiempo -también se está desatento-, se pasa página.
“¡El tigre se lesionó!”, se informa a continuación. No puede ser que Falcao se quede otra vez por fuera.
Referencias
Redacción Judicial. (2021, 15 de enero). Estos son los grupos armados que operan en Cauca, Putumayo y Popayán. El Espectador. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/estos-son-los-grupos-armados-que-operan-en-cauca-putumayo-y-popayan/