Por: Juan Camilo Gallego Castro* --- La abstención cunde. El pesimismo brota con más fuerza.
Estoy inquieto. En la semana asistí a una clase de historia en la Universidad Católica de Oriente –UCO-. El tema: las votaciones. Los protagonistas de la clase de historia eran jóvenes, párvulos en su mayoría, que asistieron a las urnas por primera vez.
En los días previos algunos recibieron “consejos”: vote por este porque si no me echan del trabajo, vote por este que es de la región, vote por este que es buena gente, vote por este…
Las propuestas, en su mayoría, eran desconocidas y la decisión de sus votos estaban influidas por terceros, mas no por convicción. En sus casos fue un ensayo error. Y no está mal. Digo.
Entre los ideales de cultura política, Almond y Verba definen una categoría como cultura cívica, es decir, equivalente a una mezcla de cultura del súbdito y la participativa, muy relacionadas con el caso colombiano. De la primera al individuo sólo le interesa lo que obtiene a cambio, y, en la segunda, se destacan por el interés de participar y hacer parte activa de la vida política.
La actitud de los jóvenes estudiantes es provocadora. Algunos votaron porque reciben beneficios del Estado, otros para apoyar –sin convicción- algunos personajes que les parecían carismáticos; por otro lado, porque con su voto ayudaban a ciertos candidatos que patrocinan las maquinarias en los municipios. En la mayoría de sus argumentos no hay una razón justa. Me explico, relacionada con el convencimiento de las propuestas, de la hoja de vida del líder político, del contexto colombiano y de los retos –en especial el proceso de paz- que tenemos de cara al futuro.
Por otro lado, siendo su primera votación, la indignación ante los resultados de las elecciones también deja en evidencia la ilegitimidad del Estado colombiano. No sólo son ellos. Cerca de dos terceras partes de la población apta para votar no participaron con su voto el domingo pasado. La mayoría de argumentos sobre su abstención aluden a lo siguiente: siempre ganan los mismos; no hay por quién votar.
Y si… Si ese cúmulo de abstencionistas hubiera votado, ¿habría cambiado la conformación del Congreso? Evidentemente estoy pesaroso. Los colombianos se empecinan en continuar eligiendo los mismos políticos y sus partidos, en prolongar su tradición ultramontana. Legitiman a quienes han tenido relaciones con grupos armados ilegales o han desangrado las arcas del Estado. En campaña, muy orondos reciben tamales y bultos de cemento; luego se conforman con promesas de oropel.
Estos jóvenes tienen la oportunidad de votar a conciencia en las próximas elecciones presidenciales. Si para el Congreso se trató de un ensayo-error y su voto estuvo inducido, en esta nueva oportunidad tendrán el tiempo para escuchar, evaluar y discutir sobre el futuro
* Juan Camilo Gallego Castro (@jcamilogallego) es autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta, proyecto ganador en crónica de la Primera Convocatoria de Estímulo al Talento Creativo-Antioquia 2012. También es periodista, especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del mismo centro universitario.