Plomo

  • Estoy ‘amedrado’, eso dijo el patrón cuando le preguntaron por mí. Entre nos, él no es que sepa hablar muy bien, y seguramente quiso decir ‘medrado’. Le contó a un periodista que me mantengo gordito y alentado. Y eso es verdad, pues con esta vida tan dura aún sigo dando lidia.

    Tengo 20 años, y eso apenas lo vengo a saber porque ese muchacho averiguó por mí. Creerás que estoy joven, pero no. Aquello de los años sonrosados ya no es conmigo. Soy un viejo que camina por las trochas de El Guadual. Mis pestañas están tiesas como alambres y mi pelaje enmarañado como un bosque después del incendio.

  • Plomo es el nombre que me dio mi primer patrón. El de ahorita es el cuarto. Ahí donde lo ven dice maravillas, pero ay de ustedes donde supieran lo que me toca vivir. Vean pues:

    -¿Alguna vez lo ha llevado borracho a la casa?- le pregunta el joven al patrón.

    -Yo sí sé de algunas historias de gente que termina en la casa, pero a mí nunca.

    Es que es muy mentiroso este verriondo. Varias veces me lo he llevado a cuestas desde las cantinas de acá. Bien pesado que es el condenado, y uno con hambre y sed. Él tomando guaro y yo botando babaza. Muy dura la vida así, ¡diga que no! Al muchacho no le está diciendo la verdad, pero borrachito lo he tenido que subir hasta la casa. Claro, como a uno nadie lo escucha, pues toca seguir tragando enterito.

    Cada dos semanas bajo aquí a Argelia. Me vengo con la panela y subo con la remesa. ¡Y eso como pesa! Dos horas bajando y otras dos subiendo. Hace más de cuatro años el patrón era dueño de una colega. De un momento a otro ella se mareó con la carga y se desplomó. Ahí mismito murió.

    Lo que me gusta de venir acá al pueblo es que me veo con mis compañeros de lucha. El otro día estaba amarrado de una ventana hablando con uno de por allá de El Zancudo. Y nos reíamos. Es que ahora con estos tiempos modernos no sé cómo es que la Policía no le hace un informe a tanto conductor borracho aquí en el pueblo. A todas estas, sería el colmo que exijan licencia de conducción para montarse en nosotros, que circulemos por el lado derecho o que no hagamos nuestras necesidades en las calles. ¡Se imaginan los patrones con una bolsa de rayas recogiendo el estiércol para contribuir a la cultura ciudadana! Eso sería absurdo, perdonen que se los diga.

    Nosotros los queremos, no nos digamos mentiras. Les ayudamos con la carga porque trabajan duro toda la semana, pero algunos cuando llega el sábado o el domingo,  luego de vender, se van beber en la esquina de Lechemica. Van de un lado a otro maltratando a mis compadres; beben encima de ellos y los meten a las cantinas. O les da por creerse jockeys y apuestan carreras en estas calles tan horribles.

    Está bien que se tomen sus traguitos, pero tampoco para que nos hagan trasnochar. Nosotros sin naíta que comer y ellos jartando de lo lindo. No es justo.

    Ya tengo que regresarme para la finca. El Patrón me va a mandar con un vecino y fijo se va a quedar bebiendo. Esta vez me salvé. Rapidito les cuento que el tráfico el fin de semana se pone difícil aquí en Argelia. Circulamos los del gremio y los de la competencia, esos muchachos acelerados en motos de un lado a otro. En el pueblo mandamos la parada, y no crean que fanfarroneo, porque por muchos años hemos vivido en tierra de arrieros. Además, no nos tienen que echar gasolina, que bien cara sí está.

    Ahí los dejo, que la niebla está bajando y el camino es largo. Recuerden, me llamo Plomo. Somos arrieros y…

     

    * Juan Camilo Gallego Castro (@jcamilogallego) es autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta, proyecto ganador en crónica de la Primera Convocatoria de Estímulo al Talento Creativo-Antioquia 2012. También es periodista, especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del mismo centro universitario.

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