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Lamento guarneño

  • Santiago Nasar fueron miles. Destazado como un cerdo murió en la puerta de su casa a manos de los hermanos Vicario. Vengaron una cuestión de honor que creyeron debían solucionar por cuenta propia.

    Santiago Nasar son miles. Muchas calles conservan su aroma, el fétido olor de la muerte. En el Altiplano muchos caminos huelen a él, a su sangre, conservan su mirada congelada por los bayardos asesinos.

  • Santiago Nasar serán miles, como el joven de 25 años que falleció el fin de semana. La muerte la encontró en un hospital; al Vicario lo halló en las calles de Guarne, con quien sostuvo una pelea con arma blanca. Su rival se tomó la atribución de asestar golpes certeros para exhalar el olor de la muerte, un aire tibiecito que en horas consumó la vida de su rival (Ver: Tres muertes violentas en el Oriente).

    El informe reza: “Móviles intento de hurto del segundo mencionado y defensa propia del primer mencionado. Inspección técnica realizada por el C.T.I.”.

    Los hermanos Vicario fueron miles. En la larga historia de Colombia nos peleamos con odio sectario: por un color, un partido político, envidia, venganza, equipos de fútbol. Toda razón justifica la muerte de nuestros hermanos.

    Los hermanos Vicario son miles. En las calles caminan en gavilla armados con cuchillos y navajas para destazar sus “enemigos” en cualquier lugar. Los más ruedan en motocicleta con revólver en la cintura y ojos color odio.

    Los hermanos Vicario serán miles, como el joven de 22 años que hirió de muerte. Es un hecho sin resolver del cual conservamos la conmoción. El informe señala que la víctima tenía varias heridas con arma blanca en el “glúteo izquierdo, región tercio medio izquierdo y región cefálica superior”. Primero lo atendieron en el hospital de Guarne y falleció en el Hospital San Vicente Fundación.

    ¿Cuántos Santiago Nasar serán suficientes? El fin de semana fue el joven de 25 años. Antes, varios más: a “mi niño” lo despedazaron y lo dejaron tirado en la zona rural (su muerte la precede varios muertos por líos relacionados con drogas y vacunas), otro joven guarneño con la camiseta del Independiente Medellín fue arrojado sin vida en el río Marinilla.

    La muerte de jóvenes campea en el Oriente antioqueño –no sólo en Guarne, desde donde me lamento-. En la Colombia del odio heredado por décadas las respuestas serán algo debía, algo hizo, era drogadicto. En efecto, muchos de los jóvenes que ahora mueren en nuestras calles dejando el olor de Santiago Nasar tenían vínculos con la droga –la consumían o la vendían-, pero terminar con sus vidas acaba con la poca humanidad que debemos tener entre seres humanos. Ninguna muerte tiene justificación. Ninguna.

    ¿Cuántos hermanos Vicario se necesitan para que acabe el odio? En las calles de Guarne se camina con intranquilidad. Entre jóvenes se corretean en las calles empuñando navajas con el olor fresco del adiós, golpean personas por robarles un celular, asaltan fincas amordazando sus víctimas, acuden al transporte público para despojar de sus pertenencias a quienes han tardado semanas, meses… años, en obtener lo suyo (Ver aumento de hurtos en Guarne).

    Ante todo esto algunas de las respuestas de las autoridades de Guarne se resumen en la combinación simplista “hechos aislados” y hacen responsables a personas ajenas al municipio. Hubo aumento de fuerza pública y de herramientas tecnológicas para la vigilancia (también han capturado cerca de 50 personas por casos relacionados con hurtos). Se sigue pensando, continuando la seguridad democrática, que las grietas profundas de este país de desigualdad se resuelven con más personal de vigilancia, más cámaras para sumirnos en el mundo del gran hermano que describió Orwell. En efecto son necesarios, mas no pueden pretender que con esas “medidas” resuelven el olor de Santiago Nasar que muchos jóvenes rezuman.

    Olvidan, como lo describió la investigadora Clara Inés García, que la guerra del Oriente lejano pasó al centro, “en el sentido material y simbólico […] Y simbólico, porque los grupos del poder y el Estado no pueden seguir tratando la “guerra” como problema reducido a las periferias”.

    A partir del año 2001 el accionar paramilitar alcanzó su clímax, se posicionaron en el Altiplano y ahora se concentran no en la periferia, sino en el centro que se creía hermético.

    Los Urabeños no están lejos. Las muertes de ahora no son hechos aislados. Las autoridades de Guarne sólo necesitan unir cada uno de los casos –que no se limitan a los pocos que nombro- para hallar la historia que se revela ante los ojos de los guarneños. Como sucede aquí, en Marinilla o Rionegro, muchos de los jóvenes que ahora mueren –y los que asesinan- están inmersos en el círculo heredado del negocio del narcotráfico –microtráfico para nuestro caso-. A pesar de sus actos, la solución no puede ser la muerte.

    Santiago Nasar son miles. Los hermanos Vicario son miles.

    *Juan Camilo Gallego Castro (@jcamilogallego) es autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta, proyecto ganador en crónica de la Primera Convocatoria de Estímulo al Talento Creativo-Antioquia 2012. También es periodista, especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del mismo centro universitario.

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