Mi viaje, mi nuevo viaje, es de espaldas a la libertad. Mamá, no quiero estar aquí. Perdóname. No quiero perderme en la derrota, tan solo aceptaré mi error, que me des una nueva oportunidad. Yo estaba seguro que no viviría esto. ¡Me equivoqué! ¡Alguien que me entienda!
El agua me quema, los demás me miran como culpable, como el ogro entre las reinas, como un delincuente… Sí, pero no. Ya sé que desde hace meses vendo drogas, sé también que a mi papá lo agarraron hace menos de un año y que ahora está en la cana. Lo sé todo, pero quiero que alguien me entienda, que comprenda por qué lo hacía.
En unos días estaré en la cárcel. ¿Qué puedo decir? Los tombos dijeron en los medios que en mi casa estaban listos para distribuir 905 gramos de yerba y 1.210 de bazuco. Ni yo tenía la cuenta exacta de lo que tenía. Además se encontraron con 290 mil pesos. ¡Una chichigua! Y unos cuantos celulares que, según ellos, valen dos millones y medio. ¡Qué puedo decir! Nos agarraron con los pantalones en el suelo.
En el barrio ya todos saben, porque me dijeron que en un medio apareció mi foto. Me imagino a mi mamá escuchando los comentarios de todo mundo, recibiendo el impacto de esta cagada. Y yo aquí, sin saber hasta cuándo estaré en estas cosas. Ni siquiera me imagino eso de estar privado de la libertad, si hasta ahora he hecho lo que he querido.
Ya sé que hablo de una cosa y de la otra, pero digo lo primero que se me viene a la cabeza. No sé qué pensar. No sé si lo mejor es seguir llorando o imaginarme quien fue el sapo que dijo que en la casa teníamos la merca. Pero uno tan ingenuo, creyendo que nadie se da cuenta si todos los del barrio venían a comprar.
Les voy a decir una cosa que a mí no me gustó. Los tombos dijeron que los parceros y yo somos de la banda “Los Cachorros”. ¡Qué tal el nombre! Mire, si ni siquiera habíamos bautizado el chuzo. No sé quién será el inventor de la Policía que pone nombres tan originales. Me imagino que como todos somos pelaos, por eso nos pusieron así.
Lo otro que quiero contar es esto: a mi papá lo agarraron en las mismas y yo tuve que coger ese negocio. No les digo mentiras. Vea, es tanto que hace unos meses le dije a esa gente que no iba a seguir con esto y me dijeron que ellos eran los que tomaban la decisión y que tenía que continuar. ¡Encerrado! Y vea, me cogieron. Esa gente es Los Urabeños.
No sé si vuelva a escribir porque no sé cómo va a ser estar metido en una cárcel, de lo que sí estoy seguro es que no hacen nada con cogernos a nosotros. ¡Qué invento! Para serle sincero, a nosotros nos agarraron y le aseguro que esa gente ya está buscando otro para meterlo en el negocio. Casi que por obligación tuve que continuar en esa vuelta y me imagino que muchos también deben estar así.
Es que qué rabia. Uno en lo que termina, metido entre los barrotes. Llorar ya no vale la pena. Ustedes me entenderán.
* Juan Camilo Gallego Castro (@jcamilogallego) es autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta, proyecto ganador en crónica de la Primera Convocatoria de Estímulo al Talento Creativo-Antioquia 2012. También es periodista, especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del mismo centro universitario.
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