Antes de que el cardenal Robert Francis Prevost fuera elegido como papa —con el nombre de León XIV— el pasado 8 de mayo, el papa Francisco ya lo había perfilado como una figura clave en el futuro de la Iglesia católica. Su nombramiento como prefecto del Dicasterio para los Obispos en 2023 fue una muestra clara de la confianza del pontífice argentino, quien veía en Prevost a un aliado para consolidar una Iglesia más cercana y sensible a las realidades sociales.
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“Conoce las periferias, conoce al pueblo, y tiene un corazón pastoral”, habría dicho Francisco, según fuentes del Vaticano, al justificar su elección de Prevost para cargos de alta responsabilidad. Su paso por Perú, donde trabajó durante años como misionero agustino, fortaleció su visión latinoamericana de la fe, un rasgo que el papa Francisco valoraba especialmente.
Prevost también fue designado por Francisco como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, un puesto que tradicionalmente implica una lectura profunda de los desafíos del continente. Para expertos, su pensamiento “iba en la misma línea”, y su formación en comunidad, su sencillez de vida y su apertura al diálogo eran cualidades clave.
Aunque Francisco nunca lo señaló públicamente como su posible sucesor, sus decisiones y palabras lo posicionaron como una de las figuras más influyentes de la Curia.
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