Puertomarín es como el nuevo Peñol: lo destruyeron para hacer un embalse de agua. Pero el franquismo y todas sus frutas fue más respetuoso que el Medellín soberbio de los años 70: trasladó, piedra a piedra, lo que debía llevarse.

Este pueblo, que tiene nombre de puerto de mar, luce -en mitad de la primavera- bajo la luz de un sol casi veraniego como un destino veraniego de lujo, y deja ver su iglesia milenaria cual si fuera una adolescente en flor.

  • Este pueblo viejo goza de la juventud de lo nuevo. Lo viejo se fue piedra a piedra. Lo nuevo disfruta de su juventud.