Es jueves, son las 6:00 de la tarde. Camino con pasos cautelosos, la ruta está empantanada, a los lados hay filas de carros estacionados. Mientras avanzo, una melodía cobra protagonismo, no se oye a un solo cantante, se percibe un coro que repite con euforia “tú eres todo poderoso, eres grande y majestuoso, eres fuerte invencible, y no hay nadie, como tú”. Un carrito de comidas rápidas está a la entrada. El templo interior, construido gracias a la caridad de los fieles, está vacío. Avanzo un poco y comprendo lo que esconde la oscuridad, más de dos mil fieles asisten a la hora santa.
Es difícil llegar al altar, en la parte trasera algunos están de pie, otros descansan sobre asientos que ellos mismo han llevado. La luz es poca, pero cada vez observo a más y más creyentes que buscan todas las semanas una ayuda para su espíritu. El Santuario de la Divina Misericordia es un oasis, en él se detiene el tiempo, se abandonan las angustias, se olvidan los dolores y se busca un bálsamo para el alma. Niños, jóvenes y ancianos acuden a él, reconociendo la unción que de polo a polo recorre el lugar.
“Desde hace un año encontré en este templo una esperanza, una ayuda que me ha permitido dejar de lado los rencores y alcanzar una paz espiritual”, expresó Geovanny Zuluaga, quien procura ir todos los jueves a la hora santa. Este templo se edificó hace cerca de 10 años, inicialmente se celebraban eucaristías en el terreno que era propiedad de la Administración Municipal. Luego de algunas gestiones, se adquirió el lote mediante el pago de unas becas a la Universidad Católica de Oriente. Con el pasar de los años y la ayuda de la comunidad, se fueron levantando las primeras estructuras. De las partes al todo, se comenzaron ubicando los soportes, el techo y poco a poco se fue adornando y llenando de la unción divina.
“Todas las eucaristías que se celebran acá son de sanación y liberación, el lugar se ha ido ungiendo de esa presencia de Dios”, añadió el sacerdote Jaime Avendaño, Párroco del Santuario de la Divina Misericordia. Con sorpresa encuentro un elemento común; la mayoría de los fieles llevan consigo una botella con agua, unas de tamaño personal, otras semejantes a pequeños botellones. El sacerdote anuncia la bendición del agua, todos las desatan de sus tapas y las elevan al altar, buscando la unción y la purificación de ese líquido que encarnará la misericordia de Dios.
En este lugar se está construyendo el templo nacional de la Divina Misericordia, que tendrá capacidad para más de dos mil personas. La edificación ha sido providente, como dice el sacerdote Jaime Avendaño. Con pasos lentos se han levantado las primeras estructuras. No existe un gran recurso para financiar este centro de peregrinación. Ventas de empanadas, las ofrendas de los fieles, los bazares y las rifas, han permitido el progreso de la obra. “Nosotros estamos trabajando para la construcción del templo. Lo que resulte para hacer estamos acá, porque nos gusta servir. Aquí hallamos paz y acogimiento, eso nos hala a trabajar”, dijo Carolina Botero, al tiempo que vende las últimas porciones de comida rápida.
Luego de la hora santa, comienza la eucaristía. La devoción aumenta, hay una solemnidad que nadie se atreve a cuestionar. No importa el paso de los minutos, tampoco el frío o el hambre, los creyentes se entregan a este instante que cada ocho días les permite sanar su alma. La eucaristía llega a su final, todos hablan de la renovación, de la paz que sienten por asistir a esta cita con la fe. Comienzan a dispersarse, no sin antes colaborar con las ventas o pactar un próximo encuentro. “Los sacerdotes tienen un gran carisma y un don que permite la sanación, además hacen que todos los que estamos acá nos sintamos muy bien. Yo llevo más de un año viniendo acá, para llegar debo pasar por tres templos, pero ninguno me da tanta paz, ni me permite sentir tan cerca la presencia de Dios”, añadió Graciela González.
Se espera que con la construcción total del templo, equiparable al Santuario de Buga o al Santuario de las Lajas, Rionegro se convierta en un referente del turismo religioso. Detrás de este camino que se recorre con pasos “providentes”, se esconde un gran aporte para el progreso del municipio y la región, el transporte, la alimentación y el hospedaje, hacen parte de la cadena de beneficios que dejan las peregrinaciones.
“Este templo debe convertirse en un paradigma de Rionegro para el mundo. Las administraciones municipales deben tenerlo en cuenta, esperamos que se vinculen con esta obra tan bonita, porque nos permite mostrarle a Colombia y al mundo, nuestra cultura religiosa. Están las puertas abiertas para que se vinculen con esta obra”, concluyó el sacerdote Jaime Avendaño.
Cada año, en la Fiesta de la Divina Misericordia, más de diez mil fieles llegan al lugar para agradecer o pedir algún favor especial. Con la nueva edificación se espera que esta cifra se triplique y que sean cada vez más los peregrinos que reconozcan en este lugar un sitio bendecido por la gracia de Dios. Los creyentes van saliendo poco a poco. La cantidad de vehículos genera una pequeña congestión que con el paso de los minutos desaparece. Ahora el silencio cobra protagonismo en el templo, como si se tratara de un oasis. Es jueves, han pasado las ocho de la noche.
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