Hablar de paz para una persona que nació en los 80’s, parece ser una utopía. Nací en la década del apogeo del narcotráfico, de los carros bomba, de los magnicidios, la época en que la guerrilla empezó a alejarse aún más de sus ideales revolucionarios y empezó a cambiarlos por costales de dinero.
Aunque las propuestas de negociación se parezcan, cada proceso de paz es diferente, cada cual tuvo o tiene su propia dinámica, su escenario, su tiempo, entrar a juzgar procesos anteriores, aunque nos han dejado enseñanzas, es un ejercicio frustrante, desanima, mirar atrás recordando solo errores, pasos que no se dieron, palabras que no se dijeron, solo nos trae la tristeza de una paz que parece inalcanzable.
Siempre hago una pregunta a los amigos que dudan de la seriedad en el resultado del proceso: ¿Qué prefiere, una eterna lluvia de balas, o la paz? ¡Yo elijo la paz! No importa quien la firme, no importa que partido se lleve los créditos, no importa si a cada cabecilla de las Farc le dan una Harley, un Ferrari o un burro para que se pasee por las calles de los países vecinos, la paz trae sus costos, y no precisamente son monetarios, costos sociales y políticos.
No veo, en un futuro, cabecilla alguno de las Farc pagando sus crímenes en una cárcel, pero me pregunto: ¿Qué será mejor, que detengan su acción criminal en contra de la sociedad y se integren a ella? O ¿seguir la guerra, esperar su captura para que paguen el “canaso” y verlos como desde allí ordenan crímenes y masacres? O en el último de los casos ¿Qué les den de baja? En este último escenario, como ya lo hemos vivido y bien lo sabemos, no tardan en reorganizar su estructura y no aguataríamos el cinismo de algunos países vecinos acusando nuestro gobierno de genocida. La gran mayoría de los conflictos en el mundo, se han resuelto en la mesa, frente a frente, sin más armas que los argumentos, las propuestas y el poder de la palabra, ya tenemos la nefasta experiencia de una paz mal negociada, la fragmentación de una organización grande en pequeños grupos aún más difíciles de controlar.
Vivimos un país polarizado, un país de extremas en el que nos etiquetan, si no estamos acá, estamos allá, para los “etiquetadores” no existen medios, paradójicamente están usando el proceso de paz como instrumento de guerra y odios, jugando con el sueño de los Colombianos, politizando una ilusión casi perdida, frases como: “los colombianos de bien no están de acuerdo con el proceso” me parecen un irrespeto, soy un ciudadano de bien y estoy de acuerdo con el, tengo fe en el proceso, soy de esa generación de los 80’s que quiere la paz, de los que quiere que su hijo pase el resto de su vida en una Colombia pacifica, por eso protesto en contra de tanto politiquero que pretende utilizar el proceso de paz, sea que este a favor o en contra, para conseguir votos, no pueden utilizar la sangre de nuestros hermanos en sus disputas personales, no pueden con ella zacear su sed de poder.
Ahora bien, el buen final de este proceso, no es garantía de un país en paz, como ya lo dije, tenemos experiencias negativas de exterminio y fragmentación de grupos desmovilizados, en torno a un acuerdo se deben ver acciones complementarias que permitan a los excombatientes integrarse realmente a la sociedad y a nosotros como sociedad, aunque difícil, aceptarlos y entender que pueden vivir en medio de nosotros, no podemos olvidar que las Farc son el grupo armado más antiguo y con el mayor número de integrantes, lo que nos lleva a pensar que con un acuerdo bien negociado, respetando puntualmente lo que se firme, estaríamos hablando de bajar la intensidad del conflicto en más de un 50% de lo que hoy vivimos.
Tacto y paciencia para el equipo negociador, oportunidades laborales para los excombatientes, que no miren atrás y se devuelvan a engrosar las filas de los microgrupos ya no rurales si no urbanos, entendiendo que la guerra se está trasladando del campo a la ciudad a pasos agigantados.
El proceso de paz en La Habana trae una nueva esperanza, mil veces hemos escuchado la frase de cajón: “todos los colombianos queremos la paz”, bueno, tal vez no todos, pero si la inmensa mayoría, esa inmensa mayoría ruega y espera que este nuevo proceso llegue a feliz término para que la paz pase de utopía a realidad.
Por: @JONNY_MARIN
Asesor de la Gobernación de Antioquia para las zonas de Bósques y Páramos