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MÁS QUE UNA SEMANA

  • La vida de todos los seres de la creación transcurre en el tiempo, pero solo el ser humano tiene consciencia de esta realidad, tan familiar y al mismo tiempo tan desconocida. Aunque hablamos con frecuencia del tiempo, definirlo no es tarea fácil. Así lo reconoce San Agustín, cuando se pregunta “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. El tiempo es, entonces, un misterio que nos envuelve; nuestras vivencias y nuestra existencia no se entienden fuera del tiempo.

    El ritmo de nuestra vida está marcado por el calendario: celebramos el inicio de un nuevo año, celebramos el cumpleaños de nuestros seres queridos y tenemos muchas otras fechas especiales. También en la Iglesia Católica tenemos un calendario de celebraciones, que nos permite centrar la atención en los distintos misterios de nuestra salvación, celebrarlos y actualizarlos en el tiempo.

  • En la Semana Santa encontramos las celebraciones más importantes de todo el año litúrgico. En el Triduo Pascual -desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección- actualizamos la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Este Misterio reviste tal importancia que tiene todo el tiempo de cuaresma -cuarenta días- como una preparación y se prolonga en los cincuenta días del tiempo pascual.

    Como cada año, el calendario nos recuerda que es Semana Santa, una ocasión más para contemplar el amor de Dios manifestado en Jesucristo.  En estos días, las personas buscan acercarse más a Dios y a la Iglesia, piden el sacramento de la confesión, asisten a las ceremonias litúrgicas, acompañan las procesiones y ofrecen a Dios distintos actos de piedad.

    Todas estas prácticas son expresiones de fe, que deben ser valoradas y promovidas adecuadamente. Lo importante es no perder de vista que estas manifestaciones externas de piedad son estériles si no nacen de una profunda actitud de fe, así como un regalo que no es expresión de un amor sincero es una humillación para quien lo recibe.

    De otra parte, la Semana Santa no puede ser un paréntesis en nuestra vida. Un católico que celebra convenientemente estos días debe morir con Cristo para resucitar a una vida nueva. Sería un acto de hipocresía acercarse a Dios por una semana y después seguir como si nada hubiera pasado. Esta actitud sería semejante a la de un mal hijo, que pretende disimular las cosas con un regalo el día de la madre, para después seguir acumulando ofensas, maltratos y desprecios.

    Vivamos con intensidad esta Semana Santa, ofreciendo a Dios lo mejor de nosotros y trabajando para que la alegría pascual se prolongue en nuestra vida.

    Pbro. Wilson Fernando Botero Serna

    @Wilbotero

     

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