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Más desarrollo, más fusiles, más miedo

  • Las Administraciones Municipales dicen, con sus prosas artificiales y politiqueras, que el desarrollo llegó para quedarse. Tienen razón: todos los días privatizan algún servicio, el parque automotor rebasó nuestro control, y los campesinos –aunque todos somos campesinos disfrazados de citadinos- empiezan a extinguirse.

    Los españoles conquistaron a nuestros ancestros con espejos. El gran capital conquista al Oriente Antioqueño con centros comerciales, hidroeléctricas, expansiones urbanísticas descontroladas, con promesas, con discursos, con supuestas buenas intenciones.

  • Creemos, porque hay que darles el beneficio de la duda, que nuestros gobernantes lo hacen de buena fe. Tal vez si… tal vez no. Lo que está claro es que el capital económico no tiene fe, ni tiene valores: solo intereses de acumular tanto como se pueda.

    No está de más, por cultura general, preguntarnos si vivíamos mejor antes de que el desarrollo llegara, si antes de llegar nos preguntaron si queríamos que llegara, y si podríamos decirle que se vaya antes de que el inquilino se apodere de nuestra casa.

    Todos los días, en alguna parte del Oriente Antioqueño, florece una montaña de cemento. Casi siempre destinada al consumo. Desde hace 20 años se construyen hidroeléctricas, centros comerciales, bases militares, bodegas, industrias, centros operativos de multinacionales… Pero los hospitales, los colegios, las universidades, y los teatros son los mismos de hace 20 años.

    Así como se hacen estudios de mercado, con el mismo empeño, deberían hacerse estudios que nos indiquen si el desarrollo nos ha hecho más felices, más sanos, si amplió la cobertura de salud, si redujo los índices de analfabetismo, si la riqueza se reparte o se concentra, si le permite a los jóvenes leer un libro antes de conocer algún alucinógeno, si los músicos tienen donde ensayar, si los pintores pueden exhibir su arte, si el vendedor es ambulante por gusto u obligación… Porque, aunque no parezca, además de gente que quiera y pueda invertir su quincena en un centro comercial, el Oriente Antioqueño necesita gente que pueda pensar, soñar, inventar algo.

    El 25 de octubre el Secretario de Gobierno de La Ceja dijo: “Posiblemente en 15 días, si no es antes, vamos a tener una unidad militar permanente en el municipio. Las unidades militares constan de doce hombres, soldados profesionales, que se encargan de hacer presencia y obviamente hacer parte de la fuerza pública del Estado”. El Secretario indicó además que la base quedaría en un inmueble de 400 metros cuadrados que le pertenece a la Administración Municipal. “Van a tener todo el apoyo en temas logísticos, administrativos, y económicos. Les vamos a entregar cinco motocicletas de alto cilindraje, una camioneta de doble cabina (…) para que ellos hagan presencia las 24 horas al día, siete días a la semana (…) la inversión inicial es de 100 millones de pesos (…) la inversión del año entrante sería de 440 millones de pesos”. Por último, el Secretario manifestó que desean contar con la cuadrilla militar hasta que termine la actual Administración.

    ¿Por qué una Administración Municipal tiene que “invertir” 100 millones en once soldados,  si podemos, y debemos, cuidarnos los unos a los otros? ¿Acaso no es más peligroso un tipo con autorización para usar un fusil, que una persona ladrándole a la luna con una guitarra mientras se fuma un porro? La respuesta la sabemos. Habría que preguntarnos -“aunque los latinoamericanos llevamos décadas sospechando la respuesta”- cuál es el interés de esos personajes que construyen estas sociedades donde el miedo es la ley.

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