“La ley inspira una falsa autoconfianza
intelectual que fomenta la injusticia”, Judith Shklar
Para muchos la época de elecciones es motivo de tedio, porque es un tiempo donde el discurso social está centrado en la tensión frente lo que pueda pasar de acuerdo con los resultados electorales. Lo curioso es que aun si se pretenden evitar conversaciones sobre dichos temas, indudablemente nos vamos a topar con personas que nos pregunten: ¿qué piensa de los resultados electorales?
Así me sucedió el día de ayer, en donde me encontré con un profesor de Economía jubilado, el cual, estando un poco inquieto por la situación, me arrojó dicha pregunta. Guardé silencio al respecto y traté de cambiar un poco el tema, buscando la forma de que me diera él su apreciación antes de hacerlo yo, pues considero que siempre es bueno escuchar primero una voz más madura y que tenga más conocimiento al respecto.
Lo extraño fue que cuando me respondió, su argumento giró solo bajo la siguiente frase: “hay que prestar atención al fantasma”. Debo confesar que no entendí al instante, pero al explicarme me dijo que no se podía ignorar la idea que se había creado en Colombia de que si Petro ganaba esto se iba a volver como Venezuela, y que por ende las empresas en su mayoría se irían del País. Yo no podía creer lo que escuchaba, proviniendo dicho argumento de un docente de Economía; no lograba asimilar que tuviese miedo del temor que se había difundido, es decir, que prefería votar por Duque, porque si ganaba Petro, las empresas estaban tan asustadas que empezarían a irse, atendiendo más a la zozobra que a sus propias convicciones.
Así, y entre otros temas, continuamos la conversación, la cual, por mi parte aun me sigue retumbando, pues se ha diseñado una política tan grande del miedo que ya las campañas parecieran que no tuviesen que enfrentarse con lo que “verdaderamente es”, sino luchar contra los espectros que se han creado.
¿Cómo entender entonces que es más grande el sentimiento de angustia y temor que se ha difundido en el país, que unas propuestas que están edificadas en cambio y reconstrucción social? ¿Que sean más fuertes los argumentos de personas del común, que la confianza que nos brindan noveles de Literatura y de Economía? ¿Que sirvan más de base las razones repetitivas de que nos vamos a volver como Venezuela, a cambio de los argumentos filosóficos de Peter Singer?
Yo, en verdad, no tengo respuesta, y por eso mismo escribo esta columna, no con el fin de buscar solución a algo que no la tiene –porque si bien en las elecciones de Colombia ha sucedido en su mayoría de veces lo peor, no tengo razones para que me lleven a pensar que en este será un caso diferente-, no porque no sea optimista, sino más bien porque esa certidumbre ya la tuve y se me fue derrumbando poco a poco después de la primera vuelta electoral.
Si bien es cierto que no tengo respuesta para dichos interrogantes, lo que sí tengo claro es que en Colombia las inclinaciones políticas están movidas en su mayoría, no por la razón, sino por la emoción, tal y como lo ilustró Sandra Borda meses atrás en la revista Arcadia por medio de una columna titulada La crisis de la elección electoral. En ella, la escritora describía en pocas palabras la complejidad política en la cual todos estamos inmersos, pues las campañas electorales se han enfocado en conseguir votos, no por medio de la verdad, sino por medio de confusión.
Este fenómeno va llevado al pueblo a tomar decisiones influenciadas por la mentira, el temor y la desinformación, haciéndonos posicionar de forma errada bajo una perspectiva dogmática y no cimentados desde una óptica que pueda beneficiar la colectividad. O, ¿cómo entender el comportamiento de aquellos que siguen a determinado sector político sin admitir una posición diferente?
Ya lo dije. No tengo respuesta para eso, pero el hecho de que no la tenga no significa que me deje de asombrar cada día más ante lo que sucede, pues me duele el hecho de que cada vez crece más lo que muchos sociólogos llaman “la expulsión de lo distinto”.
No se dejen engañar. Cuando se habla de que el futuro es de todos se está queriendo decir que el futuro es de unos pocos, privilegiados de la clase oligárquica de este país, pero respaldada bajo la explotación de la mayoría de los colombianos. Cuando se habla de conservadores de vida, lo único que se va a garantizar es la supervivencia, pues en un ambiente donde la verdad está manipulada lo único que nos queda es sobrevivir.
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