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Liderazgos de bolsillo

  • Liderazgos de bolsillo

    Uno podría clasificar, sin temor a errar mucho en el proceso, a los diferentes postulantes a líderes contemporáneos que se aventuran a buscar crédulos en las urnas, en los medios, en las organizaciones o en los paraguas del parque. No difieren mucho los unos de los otros, pero sus procesos, sus intereses y sus resultados tienen algunas variantes.  La mayoría coincide en una característica: son efímeros.

  • El más de moda en estos tiempos es el Líder Político: se le reconoce fácilmente por la palmadita amistosa en el hombro, porque de repente se conoce el árbol genealógico de uno y hasta la prescripción médica para las dolencias más recónditas y secretas, las que sólo atestigua el nochero.  Mantiene una sonrisa eterna, siempre va bien vestido, no se pierde movida de catre mientras se huela que van a asistir adultos con cédula inscrita en la localidad de su interés.  Tiene el verbo fino (o así lo hace parecer a punta de vocablos de rebusque), siempre está al tanto de los últimos acontecimientos populares, maneja todos los temas (¡todos!) y hay un dato clave que delata su hambre de papeleta: tiene la solución perfecta para todos (¡todos!) los problemas de la sociedad contemporánea en la que vive.  Es, en otras palabras, está convencido de ser el mesías que esperamos.

    Hay otro tipo de líder que es menos coyuntural, aunque es mucho más evidente y activo en épocas de votantes y urnas, y se camufla bien entre promotores y activistas sociales.  Dependiendo de sus intenciones políticas, por lo general está a favor de alguien y siempre, sin excepción, está en contra de otro.  Encuentra un placer increíble en la despotricación constante, en la queja agresiva y en la promoción de permanente zozobra comunicativa sobre las actuaciones de su individuo objeto (que por lo general es un mandatario de turno).  A este tipo de “movilizador” de ideas siempre le queda tiempo para resaltar lo peor de cada programa o proyecto, nada le sirve, todo es perverso, en cada momento estamos en el peor momento, y así se le va la vida.  Se cree algo así como una estricta voz de la conciencia ciudadana que habla a gritos.

    Hay un tercer modelo de liderazgo popular en estos días:  se ejerce como una constante marea a través de las más populares redes sociales.  En este ejercicio de asedio permanente, los “vectores de opinión y liderazgo mediático”  se abanderan de cuanta lucha, reclamo, indignación, queja o afrenta popular encuentren en su diario navegar internauta, se desgañitan en altisonantes discusiones (muchas veces monólogos sin público), arremeten contra instituciones y personajes, se untan y se rasgan vestiduras, en un frenético periplo que dura lo que la espuma en el antiácido: nada.  Uno diría que les queda tantísimo tiempo en sus ocupadas vidas, que pueden acoger más de una causa (noble o innoble) y desarrollar activismo con una habilidad pasmosa: identificarse rápida y eficazmente con cualquier tipo de discurso.  No llevo estadísticas ni documentación, pero creo que muchos pasan por la contradicción de adherirse a causas enfrentadas en términos de tiempo que no superan un año. Y sin anestesia.

    En mi posición de escéptico (acomodado, me dirían varios), trato de mirar de lado estos liderazgos de bolsillo, que se sacan y se esconden cuando conviene.  Me suscitan la reflexión constante, sobre todo porque la búsqueda de un líder es una necesidad permanente de todos los colectivos: siempre es vital seguir a alguien que pueda tomar decisiones e interpretar las tendencias. Son como la punta de la flecha, sin la que sería imposible acertar.

    Lamentablemente en nuestra época, en nuestro contexto, han desaparecido casi todos los que tuvieron alguna vocación, formación e inteligencia para hacerlo.  Sólo nos quedan éstos.

    A. Ramírez

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