Para ser más específico, lo que planteo aquí, amable lector, es que, ahora, en el 2018, en plena campaña negra presidencial, estamos igual que en 2010 cuando, en una campaña igual de negra, ‘Juanma’, o mejor, Santos, y Antanas Mockus se disputaban el poder.
Lo más peculiar es que ahora tenemos dos Mockus a escoger, o sea, dos oportunidades, llámense Gustavo Petro o Sergio Fajardo -aún desconfío de este último-. Ambos son el rostro de la esperanza que puede cambiar este país. No mucho, desde luego, porque las fuerzas oscuras y las manos negras de la política, es decir, las grandes empresas, los terratenientes, las familias de abolengo y las mafias armadas, no dejarán hacer grandes reformas, solo las necesarias para el maquillaje.
Me explico. Pregúntese, curioso lector: ¿será que Electricaribe se dejará quitar el negocio gordo de la electricidad en el Caribe para darle espacio a los páneles solares que plantea Gustavo Petro? Ni de fundas. Primero cooptan el negocio, luego lo rentabilizan y finalmente los privados se adueñan de él.
Pero ante este panorama desolador hay una salida viable. Usted, como parte de esa ciudadanía, puede ejercer los mecanismos de participación y control que están escritos en un papel olvidado, que data de 1991, llamado Constitución Política. Siendo así, en sus manos está hacer realidad los proyectos que plantea Petro, en los cuales usted y su familia, que dudo sean grandes empresarios, saldrán beneficiados.
Debo aceptar que me produce cierto desespero pensar que este profesor Fajardo se convierta en la marioneta de recambio del ventrílocuo Uribe, en caso de que Duque no le sirva o se le suelte una pita. No obstante, su forma de hacer política decente -es un decir- y su idea eje de la educación son válidas y necesarias, pero no suficientes. En Colombia hay que educar. No basta con ir al colegio. La principal formación viene desde el hogar, en donde se deben cultivar los valores que articulen a la sociedad. La educación también se vería potenciada con la presencia del Estado, las oportunidades de empl, la eficacia y el orden administrativo.
Sea como sea, los cambios que proponen estos dos hombres son necesarios y urgen de aplicación. Insisto, se trata de cambios con matices y falencias, porque algunos engranajes del aparato estatal están controlados por ciertos negligentes que impiden e impedirán el desarrollo del país.
Sin embargo, el hecho de elegir por mayoría puede mostrar que es posible un cambio y que hay vías alternas a la corrupción, al cohecho, o al clientelismo. Esa elección es una forma de quitarnos la venda de los ojos y de perder un poco el miedo al cambio. Fajardo y Petro no son de ninguna izquierda, eso en Colombia no existe, como no existió tampoco la edad media; ellos son el centro o el arriba o el transversal o el diagonal.
Finalmente, avisado lector, lo invito a que vote por uno de los susodichos -referiblemente por Petro-, lo invito a que no se quede en la berma del voto en blanco o nulo y lo invito, sobre todo, a que no vote por la tentación, digo la derecha - esos sí existen, como existió el oscurantismo en Colombia-.
Lo invito a hacer la historia del país paso a paso y no a aceptar, doblegado, esa que nos imponen los pensadores de países anglo-europeos. Eso sí, siempre y cuando la mano negra no se robe las elecciones, simulando una caída de los servidores de la Registraduría (caso Pastrana Borrero-Rojas Pinilla) o asesine al candidato del cambio (caso Galán-Gaitán).
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