Por: Felipe Vélez Pérez - Historiador Universidad Nacional
Esto, ante todo, es un esfuerzo propio por entender el conflicto en Palestina. Muchas veces para entender no preciso leer, sino escribir. Espero que esto ayude también a comprender a muchos más. Así, comienzo.
No es solamente un conflicto en la Franja de Gaza, también en Cisjordania existe una problemática muy delicada entre Israel y Palestina. Todo, desde luego, debe ser visto y pensado históricamente. Antes de emitir opiniones basadas solamente en lo acontecido en el último mes, considero que es importante tener un conocimiento somero del perfil histórico de esta confrontación, en aras de lograr una mejor comprensión del asunto.
Contexto histórico
Según la Biblia y los teólogos hermeneutas del Judaísmo, Iahveh o Jehovah le otorgó a los judíos esa porción de tierra ubicada al norte de la península Arábiga, indefinida territorialmente, mucho antes de la llegada de Jesús. Por ello, los judíos más radicales reclaman Palestina invocando la palabra divina y sagrada de su dios. Pero esta es solo una arista.
Antes de la llegada de los romanos a la región del Cercano Oriente, la tierra de la actual Palestina era ocupada por los filisteos, enemigos directos de los judíos. En el siglo IV a.C., la región perteneció por unos años al Imperio Persa, bajo las órdenes de Ciro II. Sin embargo, Alejandro Magno reconquistó aquellas tierras y les otorgó cierta autonomía económica y administrativa mientras continuaba su campaña hacia Oriente Medio y la India. A la muerte de Alejandro en el 323 a.C., la región gozó de cierta autonomía por unos años, aunque continuaron las luchas entre filisteos y judíos por el territorio.
El Imperio Romano hizo su entrada en hacia mediados del siglo II a.C., pero hubo varios alzamientos y sublevaciones por parte de los judíos. Palestina pasó a ser el nombre de aquella región que cubría Judea y la tierra de los filisteos, y se llamó así como represalia contra los judíos rebeldes del Imperio, pues este era el nombre que usaban los filisteos, sus enemigos, para referirse a su tierra. Finalmente, en el año 63 a.C., los romanos, al mando de Pompeyo, se hicieron con el reino de Judea, los otros reinos que subían hasta Siria y el resto de la franja que bordeaba el mar Mediterráneo hasta el límite con Egipto. En esas tierras de filisteos, samarios, judíos y galileos, caminó Jesús.
Ya en el año 395 de nuestra era, con la muerte de Teodosio I, el Imperio Romano se dividió en dos: Oriente y Occidente, con capitales en Constantinopla (la Bizancio de los griegos) y Roma, respectivamente. Palestina, aún bajo poder romano, hizo parte entonces del Imperio de Oriente hasta el año 636, cuando las tribus árabes del Islam, procedentes de Arabia, se expandieron hacia el norte hasta alcanzar Siria, puerta de entrada terrestre a la península de Anatolia, donde se encontraba Constantinopla. En el 661 se creó, entonces, el Califato Omeya, con sede en Damasco, pero solo vivió hasta el 750, cuando se constituyó el Califato Abasí, que posteriormente, en el 762, fue trasladado a Bagdad. Palestina continuó haciendo parte, pues, de los árabes por muchísimos años y en su territorio continuaron existiendo, a pesar del dominio religioso y político, árabes y judíos. Cabe destacar, de manera breve, que en el año 1099 los cristianos de la Primera Cruzada reconquistaron Jerusalén y buena parte de la Tierra Santa (Palestina) para la Europa Occidental de los Papas. Sin embargo, esta conquista duró menos de cien años, pues en el 1187, Saladino retomó el control para el Islam de casi la totalidad de Palestina y los lugares santos.
Después del largo dominio de los califatos árabes, la región de Palestina llegó a manos del Imperio Turco-Otomano desde 1517 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial y los posteriores tratados. En este lapso de tiempo, quizá lo más importante para resaltar fue la paulatina recuperación de algunos sitios y monumentos sagrados para cristianos y judíos, como la Basílica del Santo Sepulcro. Con el auxilio y la iniciativa de algunas órdenes religiosas, cristianos y judíos consiguieron volver a tener un contacto más cercano y directo con sus sitios y monumentos sagrados. Principalmente, muchos judíos comenzaron a regresar a su tierra después de siglos de exilio debido a la ocupación musulmana.
Pero el asunto es que al final de la primera gran guerra tres grandes imperios se hallaban en las ruinas: el Imperio de los Zares rusos, el Imperio Austro-Húngaro (centro de Europa) y el Imperio Otomano (Europa oriental, Anatolia, Cercano Oriente y norte de África). Con esto, el territorio de Palestina volvió a quedar en el juego geopolítico de las potencias y los vencedores. Esta vez, a raíz del triunfo de los Aliados y la disolución del Imperio Otomano, Palestina se convirtió en un Mandato británico con la Declaración de Balfour en 1917. Esto permitió que las oleadas de judíos de habían comenzado a llegar a Palestina a finales del siglo XIX se incrementaran vertiginosamente. El conflicto no comenzó así, como muchos creen, el conflicto, de esa manera, tomó un color más rojo, pues desde muchos años atrás ha habido una disputa por el dominio territorial de aquella porción de tierra. La soberanía ha sido desde siglos atrás el problema mayor.
Desarrollo del conflicto en los últimos 100 años
La Primera Guerra Mundial sirve como punto de referencia. Sabemos que justamente en el año 1914 comenzó esta guerra y que culminó en 1918 con la caída del régimen zarista y la instauración del gobierno soviet en Rusia. Aunque es preciso resaltar que para 1917 ya se habían resuelto varios conflictos dentro de la guerra y se habían firmado algunos tratados. Un asunto de radical importancia sucedió en este mismo año, cuando el gobierno británico decidió apoyar la creación de un nuevo Estado judío en la región de Palestina, poblada mayoritariamente por árabes. Como agravante, también los británicos habían declarado respetar las tierras de los árabes que apoyaran erradicar el dominio otomano de aquella zona.
Posteriormente, la inmigración judía siguió incrementando en Palestina, y más aun con el ascenso de Adolf Hitler al poder alemán en 1933, pues, como se sabe, comenzó una política racial y étnica que puso en peligro y acabó con la vida de miles de judíos en Alemania y algunos otros estados europeos. Muchos judíos, auspiciados y apoyados, entonces, por Gran Bretaña consiguieron ocupar tierras árabes en Palestina, lo que cada vez generó más indisposición y resentimiento entre la población árabe asentada allí.
Con el final de la Segunda Guerra Mundial y la creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945, la Tierra Santa se convirtió nuevamente en un asunto importante de decisión para las potencias vencedoras. Tras el exterminio de los judíos en Alemania y otras zonas de Europa, la ONU y el Mandato Británico de Palestina decidieron crear en 1947 dos estados diferentes: uno árabe y el otro judío. Los árabes palestinos, cansados de la constante y reiterada ocupación y usurpación de sus tierras por parte de los judíos (ayudados por Gran Bretaña), rechazaron esta decisión y atacaron a los judíos que habían acabado de aceptar la constitución y erección del Estado de Israel, nombre antiguo derivado de aquellos descendientes de Jacob, que se llamaron a sí mismos “israelitas”.
Con lo anterior, comenzó una de las tantas guerras directas entre palestinos árabes e israelitas. Muchos Estados árabes de la época (Egipto, Siria, Jordania, el Líbano, etc.), decidieron apoyar a Palestina y se sumaron a los ataques contra Israel. Sin embargo, el gobierno de David Ben-Gurión, nombrado en 1948 Primer Ministro de Israel, logró rechazar los ataques e, incluso, consiguió ganar más porciones de tierra al ya descompuesto territorio palestino. Poco después de esta guerra, que terminó con la firma de un “alto al fuego” en 1948, Palestina quedó casi dividida en dos porciones de tierra: una al oeste del río Jordán y el mar Muerto, conocida como Cisjordania; y otra ubicada al norte de la península del Sinaí y el mar Mediterráneo, y Egipto, al oeste; y conocida como la Franja de Gaza.
En 1964, con el apoyo de la Liga Árabe, se creó la Organización para la liberación de Palestina, conocida como la OLP, con el principal propósito de emprender una lucha más organizada por la soberanía del territorio palestino. Aunque en ese mismo año se adoptó la bandera que hoy representa la nación palestina, esta organización solo emprendió un trabajo más organizado a partir de 1969, cuando Yasir Arafat llegó a la dirección de la misma. Igualmente, los primeros años de la OLP se vieron opacados y entorpecidos por la Guerra de los Seis Días, en la que Israel, bajo la desconfianza de un ataque árabe por parte de Egipto, emprendió una nueva guerra internacional con sus países vecinos. El resultado fue el control total de Jerusalén, que se ubicaba en la frontera con Cisjordania y que había sido controlada y administrada por la ONU, y la anexión de otras porciones de territorio árabe al dominio de Tel-Aviv. A partir de eso quedó más precisamente delimitado el territorio donde actualmente viven los palestinos: la Franja de Gaza y Cisjordania, aunque la ocupación de estos territorios continua por parte de Israel.
Arafat, en 1959, creó y comenzó también a liderar Fatah, movimiento político dedicado a la liberación de Palestina a través de la lucha armada. Mediante esta plataforma política y a través de su liderazgo en la OLP, Arafat se constituyó de a poco en el principal líder palestino en la lucha por lograr la soberanía de su nación. En 1974, la ONU y la Liga Árabe reconocieron a la OLP como la “legítima representante del pueblo palestino”, pero los enfrentamientos armados y los conflictos territoriales no cesaron.
Otro hecho importante en este complejo conflicto sucedió en 1987, cuando un grupo de yihadistas y fundamentalistas islámicos decidieron crear Hamás, una organización erigida con el objetivo de crear un estado islámico en la tierra de la antigua Palestina y sin la presencia de Israel, pues figura en un su propia carta de fundación la intención expresa de acabar con el Estado judío. Esta organización se estableció en la Franja de Gaza y allí ha permanecido ejerciendo sus actividades armadas hasta la fecha. Paradójicamente, la OLP y Fatah, fundados en un principio con una clara intención militar, se fueron poco a poco aplacando hasta convertirse en organizaciones de carácter político y social. En esta línea, Arafat, estando aún en la dirigencia de la OLP, reconoció en una carta oficial, en 1993, el Estado de Israel. A su vez, el Primer Ministro Israelí, Isaac Rabin, reconoció a la OLP como la principal representante de Palestina. Este mutuo reconocimiento dio pie a los Acuerdos de Oslo, celebrados en 1993 con el objetivo de crear un plan de ruta para la solución definitiva del conflicto entre Israel y Palestina.
A partir de lo anterior, se creó entonces, en 1994, la Autoridad Nacional Palestina, de la que Arafat también fue presidente hasta el año de su muerte en el 2004, cuando fue sucedido por Mahmud Abas, uno de los fundadores de Fatah y presidente actual de la Autoridad Nacional Palestina. Contrario a lo que parecía venirse con los Acuerdos de Oslo, los enfrentamientos entre Palestina e Israel no han terminado, y la ocupación de Palestina continúa bajo el argumento de perseguir al grupo armado Hamás. Sin embargo, las políticas de Tel-Aviv indican que existe una clara intención por reducir cada vez más el territorio palestino de los árabes, quizá hasta su desaparición en el océano y su dispersión en medio de bases militares, bombas y polvo del desierto.
Creí que iba a terminar hablando del conflicto en el último mes, pero creo que esto es suficiente como panorama general del conflicto. Quizá después me arriesgue a emitir mi criterio a partir de lo establecido en estas líneas.