“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido”, Thoreau.
Uno de los pensadores más brillantes del estoicismo, Lucio Anneo Séneca (Corduba, 4 a. C. - Roma, 65 d. C.), supo visualizar uno de los errores más comunes que afectaban a los seres humanos de su época: estar atareado la mayor parte del tiempo. En sus textos, redactados en su mayoría a modo de cartas, advertía de lo peligroso que puede ser el no dejar espacio para la reflexión y el cultivo del espíritu, teniendo como resultado un lapso de la existencia en la que “se vive tan solo una pequeña parte de nuestra vida, porque el espacio restante es tiempo y no vida”, siendo este uno de los puntos centrales en los que se anclan sus reflexiones.
Sin embargo, no fue solo Séneca quien dedicó gran parte de sus reflexiones a este tema; también fueron de gran relevancia pensadores como Sócrates, Montaigne, Erasmo de Rotterdam, Thoreau, entre otros. Ellos tenían claro que el conocimiento, tanto de sí mismo como del universo que nos rodea, es mucho más importante que una vida ostentosa que nubla la razón, por lo cual debería aprovecharse en gran parte nuestro tiempo de ocio. No en vano los instantes más importantes en la vida de estos grandes pensadores eran aquellos donde no tenían distracciones, sino en los que prevalecía el don de la escucha y la palabra, la contemplación atenta y la reflexión sosegada.
De hecho, fueron estos valores los que dieron pie al surgimiento del humanismo, que de cierto modo se ha ido opacando por múltiples razones (la Revolución Industrial con mayor impacto) y ha venido creando un sujeto con virtudes tergiversadas comprendido con mayor respeto en la medida que más cargado esté de responsabilidades, siendo este en especial el prototipo de ser humano a seguir: “el atareado”.
La Revolución Industrial creó la cultura del atareado, y los siglos posteriores supieron responder de forma activa a esta nueva forma de habitar el mundo. Si bien este hecho ya se dejaba prever desde la antigüedad, podemos afirmar que es en esta época donde más activamente se puede observar la cultura del aceleramiento, en la cual los sistemas de comunicación han superado las formas fundamentales para dirigirnos hacia quienes nos rodean.
El atareado nunca tiene tiempo y sin embargo lo pierde todo. No se alimenta, come. No lee libros, espera a que salga la película. No se detiene a contemplar el atardecer, prefiere ver videos en su Smartphone. Le perturba enormemente el silencio y la calma, siempre necesita alguna distracción que lo disperse de la necesidad de pensar. Se aburre enormemente si en una conversación se habla de literatura o filosofía; es necesario hacer referencia a negocios, lujos y dinero. Jamás se refiere a la naturaleza como una creación divina que guarda valor en sí, es necesario que tenga el signo pesos para que cobre sentido ante sus ojos. Solo sirven las flores si tienen valor comercial, o los animales, si pueden ser vendidos y explotados. Nunca existe el espacio para la argumentación y diálogos que fomenten el espíritu crítico, siempre quiere imponer su pensamiento a costa del otro; poco importa que tenga la razón o no.
Todo esto resulta extraño y, sin embargo, es el proyecto de vida que la mayoría de los seres humanos tiene, como si el “hacer nada” fuese siempre motivo de escándalo y el ejemplo a seguir no fuese otro que el de tener múltiples actividades, porque claro: ahí está el éxito.
En fin… es difícil hacer contraposición a este imaginario cultural que se posicionó en la sociedad como el único camino a seguir, y donde el arte no es más que un camino de vagos que viven resentidos con la sociedad y por ende se ven obligados a sumergirse en sus delirios personales. No hay mayor ofensa para muchos padres (gracias a Dios para los míos no) que decirles que la inclinación profesional apunta hacia ese campo, como si fuese de poca importancia para el mundo.
¡Ah!, me faltaba algo. El diccionario de la Real Academia define la palabra atareado como “el entregarse mucho al trabajo o a las ocupaciones”. Noto aquí una definición vacía: falta especificar que atareado también puede entenderse como “zombie”, “máquina humana y ser sin sentido”. Dichos comportamientos son propios de esta especie.
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