Haciendo memoria política y social, estamos en presencia de una época que está dejando huella en la línea de tiempo de nuestra querida patria. Se puede hacer un brevísimo conteo de momentos que están marcando el rumbo del país, empezando por el primer plebiscito ejercido democráticamente. Sin entrar en discusión sobre quién ganó o perdió, es importante resaltar ese mecanismo de participación ciudadana donde cada persona que ejerció su derecho tuvo en sus manos el poder de expresar su opinión mediante el voto; maravillosa y digna manera de demostrar alegrías y miedos.
La muerte de cabecillas de las FARC merece mención, no por las atrocidades que cometieron sino por la influencia que ejercieron durante años de liderazgo en ese grupo terrorista. Muchos crecimos familiarizados con nombres como alias "El Negro Acacio", "Raúl Reyes", "Mono Jojoy" y "Alfonso Cano", todos dados de baja en un periodo aproximado de cinco años, entre 2007 y 2011. Luego de llorar sus antecesores muertos en batalla, enigmática o sagazmente tomaron la decisión de negociar con el gobierno y no precisamente para buscar la paz; si nos ponemos en las botas pantaneras de ellos, es fácil llegar a esta conclusión: ¿qué más puede hacerse si vemos nuestro castillo derrumbarse en tan poco tiempo? La salida más cómoda es buscar ayuda y disfrazarla con el nombre “Tratado de paz en La Habana”.
Buena o mala, la decisión de entablar conversaciones se tomó sin necesidad de buscar culpables. Es una decisión histórica que hará parte de los libros y que será divulgada y enseñada en las escuelas, colegios y universidades desde ahora, de la misma manera que, en las clases de economía colombiana, se debatirá acerca de las famosas ventas que ha realizado el gobierno de empresas públicas rentables y de buenas utilidades que beneficiaban a los colombianos. La más reciente privatización fue la de ISAGEN. Es la más conocida pero solo por tratarse de una venta fresca porque en los últimos 10 años el Estado ha privatizado entidades de gran rentabilidad como Bancafé (vendida a Davivienda por $2.2 billones), Granahorrar (por $970 mil millones al grupo BBVA), el 10% de Ecopetrol (por un total de $5.7 billones) y la última joya de la corona vendida, ISAGEN (por $6.5 billones a una multinacional canadiense). Vale la pena mencionar estas privatizaciones para que el pueblo no olvide que independientemente del líder, las decisiones son las mismas: privatizar, quitarle al pueblo para darle al capitalismo.
Un caso curioso en los últimos años que se ha venido repitiendo regularmente, es el de los llamados “carruseles” de los “carteles” de corrupción. Han existido tantos carruseles que con facilidad se pueden crear varias ciudades de hierro; recordaremos con desdén el carrusel de la contratación de Bogotá, de los mal famosos Nule; el carrusel de las basuras también en Bogotá, donde Petro, el gran abanderado del Polo Democrático, no dio la talla para sacar adelante los intereses políticos de ese partido; el carrusel de la salud, que tiene a los colombianos enfermos por tanta desorganización y falta de control del Estado, y el último, el cartel de los pañales, solo por mencionar algunos de los casos de corrupción en Colombia. La creatividad de las personas no está únicamente en los cientos de formas que tienen para robar dineros públicos, sino también en la denominación de que le dan a estas fechorías; desde la palabra “carrusel” hasta “cartel”, esta última expone orgullosamente esta cultura narco que nos quedó después de la década de los 80 y 90.
En esta historia que estamos presenciando, creando y de la cual estamos haciendo parte y arte continua con un capítulo más llamado “Diálogos de paz con el ELN”, nuevamente nacerán conversaciones que determinarán el rumbo de esta Nación. Como este grupo guerrillero es más pequeño que el ahora grupo político FARC (pendiente de nuevo nombre), se supone que en un periodo de tiempo más corto se conocerán los avances y los acuerdos logrados.
Aunque la ciudadanía podrá votar, demandar, entutelar, realizar marchas y gritar su opinión, será poco lo logrado. En todos los hechos históricos anteriores el pueblo se manifestó de alguna manera y el resultado de ello son los sucesos cronológicos que carecen de total humanismo. “Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Es preciso recordar nuestra historia, es importante ser conscientes que somos partícipes, así no se logre nada positivo, es valioso y preciso trasmitirle a nuestros hijos esto que estamos viviendo, con detalles, con acento en el sentimiento para erguir la cabeza con orgullo, no por lo sucedido, si no por lo aprendido.
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