Por: Rubén Darío Orozco
“El Congreso de la República, el sistema judicial y los partidos políticos tienen alto nivel de desaprobación ciudadana, según el más reciente estudio de opinión realizado por la firma Gallup Colombia.
El cuerpo legislativo recibe la reprobación del 66% de los encuestados, el sistema judicial, del 69% y los partidos políticos, del 70%” dice la página de noticias Caracol haciendo eco de los resultados en las últimas encuestas realizadas en el mes de agosto, para medir los niveles de aprobación o desaprobación respecto a estas instituciones en Colombia.
Lo anterior nos indica que 7 de cada 10 ciudadanos o 70 de cada 100 personas en el país desconfían, no aprueban al Congreso nacional, ni al sistema judicial ni a los partidos políticos. Preocupante para el avance nacional que personas comunes y corrientes como nosotros, si nos preguntan en ese mismo sentido de las encuestas, tendremos que responder que hacemos parte de los 7 o de los 70 que desaprueban y no de los 3 o 30 que aprueban dichas instituciones, fundamentales en cualquier país.
Es que ¿Cómo aprobar la gestión de parlamentarios que no sirven a los intereses nacionales sino, a todas luces, a sus intereses personales? Esto se evidencia en el acompañamiento unánime, con muy pocas voces discordantes, a un gobierno que a fuerza de suavizar con mermelada de puestos y favores, acalla las críticas que se merece por su poca planeación y ejecución; caracterizado principalmente por la improvisación, la maraña de anuncios y promesas que nunca cumple, lo que ha puesto al país en franco retroceso, comparado con lo logrado en los dos períodos de quien engaño y traicionó para hacerse elegir con banderas, que no alzó sino que por el contrario, arrió.
Y ¿Cómo aprobar o confiar en nuestro sistema judicial, que muy a nuestro pesar se nos hace percibir como inoperante, selectivo y politizado? Esto lo vivimos cuando frecuentemente se informa sobre las demoras exageradas de procesos que muchas veces mal acaban por vencimientos de términos; también cuando abundan las noticias del rigor implacable que aplica a personas de pocos recursos o de estratos socioeconómicos donde se carece de influencias que los ayuden, en contraste con la suavidad incomprensible con los de clases altas, llenas de medios en dinero e influencias. Sistema gravemente politizado por lo anterior y la forma parcializada como persigue a políticos, como el Dr Luis Alfredo Ramos, con ánimos vengadores y revanchistas con el uribismo.
Además, ¿Cómo aprobar partidos políticos, convertidos más en agencias de empleos, donde se ferian avales y se negocian respaldos a gobernantes por conservar privilegios? El espectáculo degradante de ellos lo vemos en “renovación” liberal con protagonistas del proceso 8000, en alianzas inconcebibles hace poco más de un año entre Progresistas de Petro, Movimiento ciudadano de Fajardo y los verdes de Peñalosa. Colombia necesita partidos políticos transparentes, coherentes, alejados de la corrupción, que es el peor cáncer social que nos impide mayores avances en nuestro desarrollo.
Son, entonces, consecuentes las opiniones expresadas en las encuestas.