El Oriente Antioqueño es una Región privilegiada en su geografía, tiene veintitrés municipios divididos en cuatro subregiones: bosques, páramo, embalses y altiplano, tiene una población de un poco más de seiscientos mil habitantes, un aeropuerto internacional y la autopista Medellín – Bogotá, además de reservas enormes de caliza y mármol y es una de las despensas más importantes del país en hortalizas y papa.
Su producción hidroenergética, dada su enorme riqueza hídrica, le ha proporcionado a Colombia un tercio de la energía que consume y las grandes multinacionales exploran hoy su territorio en busca de oro y plata, e importantes empresas nacionales se han establecido en su territorio aprovechando la cercanía al aeropuerto internacional para embalar los productos a Estados Unidos y Europa, donde se consumen por millones en fechas especiales flores: “Made in Oriente Antioqueño”.
No obstante, en este panorama ha existido históricamente una enorme desigualdad entre las posibilidades y los índices de calidad de vida que viven los municipios del centro y las necesidades e inequidad en que sobreviven los municipios de la periferia, y esa inequidad y falta de oportunidades pasó su cuenta de cobro, ese caldo de cultivo del conflicto fue muy bien aprovechado por los actores armados para establecerse en el territorio e imponer su voluntad por casi dos décadas.
El Frente Carlos Alirio Buitrago del ELN, los Frentes 9- 47 y el Jacobo Arenas de las FARC, el Frente Jorge Luis Zuluaga, las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio y el Bloque Metro de las AUC, fueron responsables de miles y miles de asesinatos, desaparecidos y desplazados. Además de un atraso de treinta años en el desarrollo municipal de casi todos los municipios de la periferia en este territorio.
Luego, durante el pasado gobierno la estrategia de “quitarle el agua al pez” convirtió a esta Región en una de las más militarizadas del país, con muchos excesos que hoy empiezan a ser judicializados y juzgados para vergüenza institucional, con cientos de falsos positivos y una cantidad de niños sin padres a lo largo de la Autopista Medellín-Bogotá, entre Santuario y San Luis, son el resultado de ocho años de muchas botas y poca inversión social.
En los últimos tres años, con este gobierno se ha tratado de enmendar la ausencia estatal histórica y la falta de inversión social. Sin embargo, la inversión ha sido desordenada y muchas veces descoordinada con la misma institucionalidad local y por lo tanto aún no incide notoriamente en levantar la calidad de vida de las poblaciones afectadas.
La inversión internacional, a través del II Laboratorio de Paz del Oriente Antioqueño, con recursos la Comunidad Económica Europea se convirtió en un “elefante blanco” que fortaleció burocracias y opacó la organización social local, no sin razón muchos líderes regionales resumen el II Laboratorio de Paz como “inservible” para el territorio, de hecho, la misma iglesia y sus organizaciones, como PRODEPAZ, han cambiado su accionar y sus prioridades. De un compromiso permanente y proactivo con las comunidades del territorio y sus problemas, en la época de Monseñor Flavio Calle, ha pasado al silencio y la inacción de este momento.
Y para ponerle más sal a la herida, la inversión social, que por compensación social deben hacer ISA e ISAGEN sostienen una burocracia institucional que muy poco, por no decir nada, aportan a superar los grandes problemas de inequidad en el Oriente Antioqueño, ni mucho menos a transformarlos. Valdría la pena hacer una evaluación de la incidencia de la tercerización de la inversión social de estas dos empresas en el Territorio y que hace a través de una muy renombrada ONG con sede en Rionegro.
Y qué decir de Empresas Públicas de Medellín, que en la reciente reestructuración prácticamente desmanteló su equipo social para el Oriente Antioqueño, incumpliendo compromisos hechos hace ya once años para beneficio de una Región que le ha aportado su territorio y su historia a EPM. Hoy los liderazgos se han desdibujado de forma considerable, al punto de que no existen personas o entidades que convoquen a la reflexión de los retos que en torno al desarrollo tiene la Región.
Tal vez por eso el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo está en retirada de la Región, como me lo expresó su Coordinador Territorial recientemente. Quizá por eso una mega obra, como el Túnel de Oriente, que utilizará ochocientos cuarenta mil millones de pesos y que poco o nada aportará al Territorio, no contó con voces disonantes determinantes y fue impuesto por quienes harán parte de esa suntuosa torta.
Ochocientos cuarenta mil millones que no llegarán a fortalecer el desarrollo perdido por la guerra en San Luis, San Francisco, Cocorná, Nariño, Argelia, Granada, San Rafael, Alejandría, Concepción, San Vicente, La Unión, Sonsón, El Peñol, donde sus presupuestos juntos de un año no superan el 15% del costo total del Túnel y nunca lo utilizarán porque no fue hecho para su desarrollo.
Amanecerá y veremos cómo superar este momento de letargo colectivo o tendremos que ser testigos y víctimas de un nuevo momento de horror y terror para que nuevamente revivan las Asambleas Constituyentes Municipales y los alcaldes promuevan, otra vez, a costa de sus vidas y su tranquilidad personal, Acuerdos Humanitarios que pongan al Oriente Antioqueño nuevamente en la Agenda Nacional.