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Dirigir una organización, el reto de comunicar vida

  • Un número significativo de personas dependen en su existencia de las organizaciones. En estas se obtiene el sustento para vivir y se pasa gran parte del tiempo; valdría la pena pensar en cómo transcurren los días de la gente dentro de estas estructuras, que en muchos casos pareciera ser que absorbieran la vida de sus empleados.

    Es tarea de quién hace las veces de administrador, llámese gerente, jefe, director o mayordomo, dar vida no solo a la organización que dirige, sino llenar de vitalidad y dinamismo a las personas que cooperan. Hay que trascender la visión utilitarista del hombre, comenzando a verlo como alguien que busca una realización personal en las tareas que realiza día a día.

  • Quisiera enfocar esta cavilación sobre las cualidades y tareas que debe aprender a desarrollar quién tiene, más que la fortuna, la gran responsabilidad de incidir desde un cargo directivo en la vida de las personas de las que dispone; basado en algunas consideraciones planteadas por el doctor y conferencista alemán Anselm Grün.

    Primero la sensatez, un buen administrador debe tener gusto por lo que hace y ha de desarrollar la sensibilidad por el otro, tomando las mejores decisiones sin nunca atentar contra la integridad y el bienestar de los demás. Como segundo, ha de haber alcanzado cierto grado de madurez humana, es decir, tener la serenidad y la paz interior que genere un respeto, no por el miedo sino por el aprecio y la verdadera valoración.

    Tercero la templanza, como esa capacidad de dominio de sí, para no herir o cometer imprudencias en momentos de prisa o exaltación. Cuarto humildad; para engrandecerse no es necesario humillar, hay que pensar que uno no debe hacer a la gente lo que no se haría a sí mismo.

    Y a estos aspectos agregaremos que la tarea más grande de un líder organizacional es comunicar vida a sus colaboradores. ¡Cuánto estrés y cuánto cansancio de tanta gente que no se siente valorada y estimulada por sus dirigentes! Los nuevos modelos gerenciales tales como el de la calidad total, el mejoramiento continuo, entre otros, hablan de que el éxito de una empresa depende del bienestar de sus empleados.

    Pero estamos tan en función de cosas instrumentales como si llego a la hora, si saco mucho tiempo para comer, si se paró, si respiró; que olvidamos lo profundo de si se llegó bien, de si se siente motivado, de cómo está su familia, si ama lo que hace, o si más bien hacemos que se enamore del propósito de la organización, pero sin presiones absurdas y camisas de fuerza que asfixian el deseo de aportar y crecer con la empresa.

    Los nuevos modelos administrativos exitosos apuntan a que el empleado se sienta y se mueva con el alma de la organización. Cuando un empleado se siente apreciado en su esencia siempre da más… más tiempo, adelanta cosas, realiza con prontitud lo encomendado, le interesa que crezca la entidad, no hace trampa, como aquellos que por cumplir aparentan hacer bien las cosas: llegan temprano, adulan a sus jefes, pero a la final no aprovechan el tiempo, no cumplen las metas y odian lo que les rodea, dañándose y destruyendo desde adentro a las compañías.

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