Juan Camilo Gallego Castro*
En Guarne la última denuncia causó escozor. A su vez sacó a flote una de las tradiciones propias de nuestra historia –colombiana, por supuesto-: la criminalización a quien piensa diferente.
En Teleantioquia noticias publicaron la denuncia de un grupo de ciudadanos sobre las irregularidades del albergue canino municipal: perros muertos alrededor del sitio, fosas aún abiertas con algunos de estos animales en estado de descomposición, poca alimentación y falta de responsabilidad de la persona encargada del lugar.
A continuación el escándalo: la alcaldía municipal emitió un comunicado de prensa en el que describe las acciones que han tomado para el cuidado y control de caninos y felinos en el municipio. Habla de cinco proyectos entre los que se encuentran el albergue. Para todos, afirman, la inversión anual es de 130 millones de pesos. Pero lo que llama la atención es lo siguiente: “la alimentación se ajusta de acuerdo a las necesidades de los animales”. Y esta otra: “Siempre se ha tratado de atender en lo posible –(¿en lo posible? Me pregunto)- las afecciones de salud que presentan los animales, por lo que la eutanasia no es contemplada hasta que se agotan los recursos disponibles o incurabilidad de los animales”. En lo posible, dicen ellos. (Ver comunicado)
Las imágenes de la noticia, pero también las fotografías de algunos animales muertos y de las fosas publicadas en el grupo en Facebook En Guarne todos somos concejal derrumban algunos de los argumentos de la alcaldía. A su vez ésta muestra su prepotencia al no aceptar los errores cuando se equivoca porque, al parecer, creen que ceden votos y popularidad al concejal que creó el grupo, Carlos Adrián Ospina.
Sin embargo, en la noticia publicada en el canal regional tampoco se escucha la voz de una autoridad municipal que se refiera al caso. Y si lo hubo el periodista tampoco hace la aclaración. Entonces la información, valga la redundancia, deja un tufillo de desinformación.
Volvamos. El grupo en la red social cuenta con 2410 miembros y en su descripción reza: “Este grupo pretende brindar un espacio de debate para el ejercicio del control social que todos los guarneños podemos ejercer frente a la actuación de la Administración Municipal”. El concejal ha sido el personaje más fuerte de la oposición, utilizando la red social para denunciar y movilizar. Este criticó los errores del alcalde Luis Eduardo Ochoa Londoño que facilitó el ingreso de la maquinaria minera en el pueblo. El mandatario se opuso ante los micrófonos pero en sus acciones parecía bailando al son de los mineros. Ospina también salió a las calles con cientos de personas reclamando acciones de la administración frente a la prometida urbanización La Brizuela, que inició, si es que arrancó, con muchas irregularidades el alcalde pasado –Mauricio Montoya-, pero que hasta ahora no tiene salida. En fin, el concejal con su grupo ha logrado movilización; generó un grupo donde parte de la comunidad puede opinar.
Parte, digo, porque la libertad de expresión en ocasiones parece un privilegio para quienes pertenecen a un bando. Hablo del grupo, pero también de la alcaldía –y su comunicador- que parecen señalar de enemigos a quienes lanzan una crítica. Dice Estanislao Zuleta: “si el único que puede hablar es el Estado, que ‘sólo escucha su propia voz y que además pretende que esa voz es la voz del pueblo’, como decía Marx, entonces desde luego, no hay derecho de libre expresión. El derecho de libre expresión lo tienen todos o no existe”.
Me llamó la atención una mujer que con pocos argumentos criticó la denuncia de quienes defienden la fauna callejera maltratada. En consecuencia recibió en el grupo una serie de improperios en los que la calificaban de retrasada mental, bruta e ignorante, por decir lo menos. ¿Es acaso lo adecuado? Frente a esto el comunicador Oscar Geovanny Rodríguez Guerra hizo un comentario, con mucha razón: “Como colectivo entonces también queremos que las expresiones que cada uno de nosotros consignamos aquí sean de la categoría que tiene un ciudadano guarneño. La palabras soeces o descalificantes no tiene cabida aquí pues en el hablar demostramos nuestra cultura, en este caso nuestra cultura ciudadana”.
Pero también es curioso que en ocasiones, cuando alguien hace una crítica al grupo, desde el perfil oficial de Municipio de Guarne se le da un “Me gusta”. Vaya vaya. Y en éste, que es solo un perfil y no un grupo abierto -¿Será temor a que los midan por las estadísticas?-, los comentarios ante los críticos tampoco son bien recibidos: no tienen respuesta o, en ocasiones, se eliminan. En Twitter sólo se interactúa con mensajes positivos, mas no con críticas o inquietudes. Por otra parte, en las pasadas Fiestas de la Cabuya en Facebook se tomaron el trabajo de etiquetar en una foto a algunas de las personas que hicieron críticas a la organización. Libertad de expresión.
La polarización política en Guarne no sólo se da en el concejo y en las marchas que reclaman y rechazan, con justa razón, las irregularidades de la administración. La disputa también se da en redes sociales, y es una lástima que con sus comentarios algunas personas quieran empañar el objetivo que tiene En Guarne todos somos concejal. La administración se defiende en sus medios de comunicación y los críticos desde redes sociales. Cada quien por su lado. Y el diálogo extraviado.
Finalizo con algunas de las palabras sabias que el filósofo Estanislao Zuleta pronunció en 1989 a guerrilleros del M-19: “la pluralidad es un enriquecimiento y el diálogo racional es la manera efectiva y real de tratar a los hombres como iguales”.