Hoy Colombia no solo huele, sino que respira y transpira política por todos lados; las redes sociales están empantanadas, en los hogares las temperaturas suben, en las instituciones o esferas de trabajo hay compañeros que hasta se han dejado de hablar por las fuertes oposiciones a sus afinidades políticas, y no es para menos; estamos a pocos días de la primera vuelta Presidencial.
Hoy muchos utilizan estrategias populistas con el fin de cautivar electores, otros sacan sus habilidades carismáticas y algunos encoran a sus contrincantes buscando ganar las contiendas electorales.
Encuestas y más encuestas, algunos suben mientras los otros bajan y viceversa; y de manera consecuente los discípulos de estos dan a conocer el mejor estudio o el artículo de prensa más sobresaliente que den cuenta de ellos, eso sí, en el otro bando sus rivales se han vuelto magnos creativos de contenido y de encuestas para mostrar la peor versión de sus opositores.
Independiente de las estrategias que logren seducir a la ciudadanía, las políticas públicas son una herramienta directa de los planes, programas y proyectos encaminados a resolver parte de los conflictos dentro de un Estado; Colombia no está para lloriquear más, tampoco para llenar e impartir odio por las diferencias de cada uno de los partidos políticos, sino más bien para generar espacios que conlleven a elecciones racionales, producto del consenso y no de la pasión.
A manera de emergencia se necesita un Presidente constructivo, crítico a las quejas sociales, que piense de manera profunda en el campo, en la educación, en el desempleo, porque veamos a modo de ejemplo que para el año 2017 Colombia tenía un tasa de desempleo del 11,7% y que para enero de 2018, según cifras del DANE este aumentó en un 0.03%, ubicándose en un 11.8% a enero del presente año. Es decir que la gestión del gobierno no fue nada alentadora y que tal vez podría seguir aumentando sino nos ponemos los pilones.
Respecto a la salud en conexidad con la vida, tampoco es muy alentador, pues solo basta con enfermarse para ver lo paupérrimo del sistema, partiendo desde las instalaciones de los hospitales públicos, hasta la atención médica y acceso a la medicina que cada día flaquea más.
Y ahora, ¿qué seguirá pasando con el medio ambiente? O de qué manera mencionar la nutrición o más bien la desnutrición de los niños y niñas, o qué hablar de las madres cabeza de hogar, también de los hombres maltratados y que son cabeza de familia, o de las minorías marginadas que solo suelen hacer fuerza en sus adentros.
Del mismo modo hay que pensar en todo aquel ciudadano que sin importar su edad, color o posición social no tienen ni voz ni voto para hacer valer sus derechos, pero nosotros tenemos un compromiso moral para hacer respetar su dignidad haciendo sumar nuestro importante voto.
Hay estudios que muestran la insatisfacción con la gestión del Presidente Santos desaprobada por 7 de cada 10 colombianos. Esto pasa por falta de objetividad al momento de elegir, donde no nos damos cuenta que estamos entregando el timón del rumbo del país.
En conclusión, muchos discursos, pero ¿cuál es el mejor candidato? ¿El de derecha o izquierda, el de centro o no de centro? El caso es que Colombia tiene que ser consciente que con cada votación se está entregando el poder, el cual no termina con la elección, sino además con la exigencia que hagamos para que se cumpla las banderas políticas y programas anunciados en una campaña.
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