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¿Basta un día para celebrar el amor y la amistad?

  • Por: Germán Mejía Vallejo

    Día tras día nos vemos sumergidos ante el consumismo sinsentido que nos abarrota de cosas y de fechas, nos venden hasta el día en que se debe amar, en que se debe celebrar la amistad, en el que se debe comprar una rosa para quien cuida nuestra agenda y responde nuestro teléfono; hemos llegado a niveles tan grandes de adormecimiento mental, que respondemos ante esa demoníaca forma en que intentan, con aparente éxito, regir nuestro mundo social disfrazado de fechas "especiales, tanto así, que hay días específicos en los que se debe comprar una torta y dar chocolates a nuestra progenitora, a nuestro novio o novia, a nuestro padre, y solo porque el calendario, y no justamente el Maya, lo resalta en rojo, como para que sea visible y poco olvidadizo.

  • El consumismo pareciera que  quitara la paz, la inmediatez, la espontaneidad, extingue paulatinamente las neuronas creativas, dando paso a las mentes hegemonizadas por la actual sociedad, no hay ya una voz de unicidad, sino un grito de autómatas mecanizados por las celebraciones,  y con mayor notoriedad en un país, como el nuestro, donde hay  más festivos y acontecimientos que héroes que no gusten de protagonismo, donde a diario pasan abusos visibles pero no condenables, donde olvidamos todo y, desafortunadamente, donde dejamos, muchas veces, de sorprendernos por el hecho invaluable de estar vivos, de respirar, de caminar, de ponernos en pie y echar a rodar nuestra vida, convirtiendo este milagro y este prodigio de existencia, en una rutina, y no en lo que es, una muestra irrefutable de que somos esperma sacra que fecundó, y por ese hecho, ya somos absolutamente millonarios.

    Hoy, como casi a diario, ¡se llegó el día de celebrar!, esta vez el turno fue para los dulces, los productos empaquetados, y las sonrisas más prominentes de lo normal, ¿la razón?, sí, el Día del Amor y la Amistad, que no es otra cosa que una copia del Día de San Valentín, que tiene su asentamiento en territorio americano, pero que acá, tratando de emular a los gringos, adaptamos la fecha  a nuestra idiosincrasia, pues tenemos delirios de yanquis e imitamos todo lo que allí pasa.

    ¿Qué dice la norma para esto?

    Pues estipula conveniente desear el bien, regalar dulces y estar aparentemente felices, sonrientes y amables con quienes consideramos nuestros amigos, o con quien compartimos vida de pareja, de noviazgo, con nuestros "amigovios" o con nuestros cónyuges, a los que tal vez, el resto del tiempo, no abrazamos sin razón aparente, o no le damos “endulzadas” sin la nada como razón de todo.

    Acá la regla cobija regalar tarjetas, y en los más adinerados una noche romántica, o entre "amigos", que al son de copas y comida se ratifica una amistad, que siendo pesimista, es más enclenque que sólida, y da la "casualidad" que siempre estas fechas caen un fin de semana, con el objetivo de eliminar distractores que impidan festejar la alegría del "amor y la amistad", al igual que el Día del Padre, Día de la Madre, Día del Hombre, Día de la Mujer, en fin, hasta el Día de la Pereza.

    Mi llamado en esta fecha, y sin ningún estupor, es a que dejemos de lado esas cosas que nos ahuyentan de la realidad, a que no engrosemos, aún más, ese índice de consumismo absurdo, y no se note en mí un tinte de amargura, no, al contrario, simplemente no entiendo por qué debe haber fechas para amar a nuestra madre y hacer tortas, cenas románticas, o regalar un dulce a nuestros amigos.

    Hoy escribo invitándolos a que realmente veamos lo grande de la vida, a que salgamos de la rutina, a que le hagamos  el feo a la desidia y la monotonía, a que no sigamos reglas que la sociedad establece, a que seamos pioneros en la autenticidad. ¿Qué pasaría si mañana llegáramos donde nuestro padre con vino y dulces, y simplemente esa fuera la excusa para decirle que lo amamos?

    Pienso que tiene más valor celebrar sin exigir, participar sin encasillarnos, estar de fiesta diariamente, pero de manera personal y sincera, no por directrices de otros.

    Hoy los invito a que queramos a los amigos, pero también perdonemos a los que nos ofenden, a los que hablan mal; que verdaderamente busquemos ser un equipo desde nuestro trabajo, desde un quehacer diario, que no rivalicemos, no busquemos una competencia poco sana, no hagamos de la rutina la excusa, hagamos de la sencillez, el sentido de la vida y el trabajo en sociedad.

    Nunca he estado de acuerdo con estas fechas, pero si hoy debo dar un regalo, quiero que sea una opinión personal, más que un confite, que aleccione e invite a perdonar, a sanar, a ayudar a los demás,  que al llegar a casa, ustedes, quienes leen este mensaje, lleven verdaderamente amistad a quien no te sonríe, llevemos dulces a quien tiene amarga su vida, a que no juzguemos, a que no gritemos, a que no celebremos un día, celebrémoslos todos, sonriamos con propulsión desenfrenada, démosle la mano al amigo; diario hagamos un canto a la vida, una fiesta a nuestra madre, a nuestro padre, a mi enemigo, a mi pareja, a mi esposo, a mis hijos, a mi comunidad, a todos.

    No sonriamos con mentiras, ni lloremos a escondidas, aceptemos que humanos somos y así comprendamos que solo seremos felices perdonando, ayudando y teniendo amigos sin interés, sin estampillas, con fe de erratas, sin concesiones para queremos y celebrar.

    El corolario es simple, y mi posición está sentada, no me gustan las fechas establecidas por el comercio, donde se manipulan las mentes para comprar lo innecesario y descuidar lo importante. Yo un cinco de enero celebraré el  Día de la Madre, como lo hago a diario, y un dos de mayo, celebraré el Día de la Mujer, y mañana celebraré el Día del Padre, y pasado mañana también, y ayer celebré el Día del Amigo, y el próximo viernes, quizá, celebraré el Día del Hombre, y cuando tenga hijos, un siete de julio, los llevaré a comer con la excusa de celebrarles el Día del Niño y el Día del Hijo, y así celebraré diario el “Día de la Vida”, el “Día del Hermano”, el “Día del Amigo”, me inventaré días de amor filial, amor eros y amor ágape, en fin, celebraré, a mi manera, el día de todo, diariamente, para que no se me quiera un solo día, para no querer y dar regalos, que no tienen que ser materiales, un solo día, sino que a cada instante inunde de palabras, de gestos y de detalles a quienes hacen parte de mis afectos, y a los que no también, ¡eso sí es celebrar el amor y la amistad!

    Con esto claro, les deseo un día de reflexiones, de huida de patrones, y de conciencia real de lo que ser líderes, trabajadores, compañeros, hermanos, esposos, o simplemente humanos significa, y que más allá de celebrar un momento, disfrutemos a quienes tenemos a nuestro lado y empecemos por hacer una fiesta grande, personal y concienzuda, donde el mejor premio sea la autoevaluación, y el resultado sea un cambio, en  pro de los demás, pues es la fuente máxima de la felicidad, ayudar a los otros y prodigar el bien, sin mirar a quién, pues si solo ayudamos y queremos a quien nos quiere, ¿qué gracia tiene la vida? ¿dónde está el esfuerzo y el trabajo humanitario?, eso sería, simplemente, dar lo que nos dan, y debemos siempre pensar en lo que podemos brindar, indistintamente de qué recibiremos.

    Si ustedes, que puede pasar, no están de acuerdo conmigo en esta crítica a la sociedad mercantil, entiendan que muchas veces no estaré de acuerdo con ustedes, sin embargo, hay una premisa que rige mi vida, y que quiero, gratuitamente, hoy que YO celebro el “Día de la Reflexión”, compartir con ustedes, y es justamente una frase de Voltaire, un hombre brillante que jugó un papel preponderante en el tiempo de la Ilustración, un periodo de la historia que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad, y que reza: “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

    ¡Feliz día del cambio de conciencias, y que la amistad y el amor se dé sin medida por siempre!

     

    Comunicador alcaldía de Alejandría

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