A pesar de que muchos de los aspectos que contempla el ejercicio de la vida pública están parametrizados o establecidos en la norma, varias entidades y personas me consultan acerca de la experiencia de ese camino recorrido como Alcalde y por supuesto que con gusto me animo a escribir algunas ideas y aportes que quizás puedan ser útiles a quienes, en su responsabilidad de hacer rendición pública de cuentas de los 100 primeros días de mandato, lo pueden ver como una oportunidad por lo que han construido y proyectado hasta el momento, o una amenaza por todo aquello que implica responder a un alto nivel de expectativa ciudadana en cada localidad.
Lo primero que debo anotar es que todo cambio o rompimiento de paradigmas genera tensiones y muchas veces resistencia ante los cambios que, por supuesto, siempre se proponen como un factor diferenciador, un sello propio respecto de otras administraciones. Sin embargo, no cabe duda que una buena combinación de habilidades desde lo personal y desde lo estratégico, orientan mejor el primer reto que corresponde a una administración municipal: organizar un muy buen Plan de Desarrollo que marcará el camino para plasmar sobre el lienzo de la realidad, aquellas apuestas ya planteadas en un programa de gobierno y que les llevó a ser elegidas a través del voto programático.
Podríamos decir en principio que conservar la misma actitud y disponibilidad ciudadana que se mantuvo durante el ejercicio electoral es el mejor punto de partida; la consolidación de un buen equipo de gobierno con identidad, capacidad, experiencia y lealtad es también garante para que las cosas salgan bien. En adelante, y como resultado de esta experiencia, hay que decir que el ejercicio de inclusión y amplia participación comunitaria a través de un proceso asertivo de planeación y presupuestación participativa, genera conciencia en la priorización de aquellas necesidades que son más fácil resolver desde lo colectivo, es decir, la estructura organizativa de la sociedad civil debe llevar a superar, desde el sentido del bien común, actitudes egocéntricas que solo buscan intereses personales.
El plan de desarrollo, que en principio puede ser incluso una excusa frente al reacomodamiento administrativo, es en sí mismo la mejor herramienta de gestión, al tiempo que el termómetro a través del cual el honorable Concejo Municipal hace el respectivo control político, al igual que las instancias que del orden departamental y nacional se encargan de su seguimiento.
No menos importante es destacar que el consiente juicio de revisión de los diferentes mecanismos de gestión y consecución de recursos para apalancar los diferentes planes, proyectos y programas, sea una de las más importantes tareas de exploración a fin de dimensionar con precisión el alcance de los indicadores y metas propuestas en los planes de desarrollo.
Muchos aspectos pudiéramos decir sobre el proceso metodológico y participativo en su proceso de construcción, pero al fin de cuentas en un ejercicio de corresponsabilidad compartido que implica en principio, mantener la confianza ciudadana, siempre será muy útil conservar la virtuosidad para asumir el poder como el mejor mecanismo al servicio de la gente.
Gildardo Hurtado Alzate - Exalcalde de Marinilla