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Aquitania: entre el dolor de ayer y la esperanza de hoy

  • Por: Oscar Castaño

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  • Hace unos once años que no visitaba al Corregimiento de Aquitania, un caserío enclavado en las montañas del Oriente Antioqueño, en medio del bosque húmedo tropical y mirador maravilloso del Valle del Rio Madalena. Más cercano a San Luis o Puerto Triunfo que al casco urbano de San Francisco, del cual hace parte.

    En esa oportunidad fui como parte de los acercamientos humanitarios, con los diferentes actores armados, que realizaban los alcaldes del Oriente Antioqueño para tratar de sacar a sus municipios de la crisis humanitaria que se vivía en gran parte de la Región.

    Hoy regrese para acompañar a la Unidad de Víctimas de la Presidencia de la República que está iniciando la labor de identificar la posible reparación colectiva a las comunidades y municipios afectados por la guerra.

    Y es que Aquitania sufrió todos los vejámenes de la confrontación; muertes selectivas, reclutamiento de menores, desplazamiento individual y colectivo, falsos positivos y hasta violaciones sexuales a sus mujeres que se convirtieron en botín de guerra en esa noche gris que ya nadie quiere repetir, ni en Aquitania, ni en el Oriente Antioqueño.

    Al dejar la autopista Medellín-Bogotá y empezar a transitar la estrecha carretera destapada. Se empieza a ver la transformación que ha sufrido la zona; enormes trozos de bosque destruidos para darle pasó a fincas ganaderas, la geografía ha cambiado drásticamente en estos últimos diez años. El 20 de julio del 2003 desplazaron a casi todos los habitantes para darle paso a una enorme masacre medioambiental por la que nadie hoy responde, cientos, por no decir miles de hectáreas están hoy convertidas en pastizales para ganado.

    Al adentrarse un poco más y aún en medio de una geografía trastocada, se empiezan a ver casitas, otrora abandonadas, hoy habitadas por gentes que se apegan a su terruño como única esperanza de futuro para sus familias. También se empieza a ver ese maravilloso Valle del Rio Magdalena en todo su esplendor, pero también en toda su magnitud. No creo que haya un lugar mejor para mirar esa impresionante y magnifica panorámica que conmociona el alma y que nos escondió la guerra por tantos años.

    Casitas de tablas, con techos de eternit, con muchas flores de diferentes colores se ven a la vera del camino que se va recorriendo hasta el caserío principal de Aquitania, donde la comunidad, venida de veredas lejanas a ocho horas en mula, estaba reunida para conocer las posibilidades de reparación colectiva por parte del Estado para tantos años de abusos de las guerrillas del ELN y las FARC, los paramilitares de las ACMM y hasta de las fuerzas militares.

    Sentados en el parquecito principal, escucharon con paciencia la exposición de las funcionarias de la Unidad de Víctimas. Con la misma paciencia que han tenido todos estos años de atropellos y vejámenes.

    Finalmente y haciendo la desconfianza a un lado, empezaron a hablar de sus necesidades, de sus sueños, de sus frustraciones hasta llegar a una sola petición: quieren ver su carretera pavimentada para poder acceder al desarrollo, para sacar sus productos, para reivindicar una vía en la cual hasta en los árboles que cortaron en los últimos diez años quedaron los vestigios de cuerpos mutilados por las minas y las pipetas plantadas para amedrantar, para crear terror a los habitantes de un corregimiento que solo quería vivir, así como ahora solo quieren soñar con convertir en realidad sus esperanzas.

    Para concluir esta crónica de viaje en la que solo utilizaré mi nombre por seguridad de los habitantes de Aquitania, tengo que decir que desde que llegamos, hasta que salí con mi camarógrafo fuimos seguidos por unos ocho hombres que no eran de la Región, que no tenían ningún parecido a los campesinos del corregimiento y que su interés fundamental era saber que preguntábamos los periodistas y que nos contestaban los pobladores, muy a pesar de que hace ya algunos años se estableció allí una base militar del Ejercito Colombiano.

    El próximo 20 de julio, cuando quieren conmemorar los diez años del desplazamiento masivo que saco a esta comunidad de su territorio y los convirtió en parias de un país y un Estado ilegitimo que permitió, con su abandono, que los actores armados fueran amos y señores de esas veredas y esos territorios, los Medios de Comunicación del Oriente Antioqueño, agrupados en CARAVANAS POR EL DESARROLLO estaremos acompañándolos para que sus historias sean conocidas. 

     

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