La familia González Parra logró sanar, si es que se puede usar esa palabra en estos casos, una de las más graves heridas que puede propinar la guerra: la desaparición de un ser querido.
La familia, conformada por once personas, llegó hace 27 años al municipio de Cocorná huyendo de la violencia en el Occidente Antioqueño. Sin embargo, la guerra los seguiría hasta allá y les arrebató a cuatro hijos que fueron víctimas de desaparición.
Uno de ellos fue Francisco Javier González Parra, de apenas 16 años de edad, a quien vieron por última vez el 30 de agosto de 2003. Ese día el joven habría sido llevado por el Ejército a una zona boscosa donde lo asesinó, lo hizo pasar como guerrillero y luego su cuerpo fue enterrado como NN en el Cementerio Universal de Medellín.
Durante casi veinte años, el cuerpo de Francisco estuvo en la fosa 5.847 de la zona 27 del cementerio, como un cuerpo no identificado. Gracias a los trabajos de la Unidad Nacional de Búsqueda de Desaparecidos y el Instituto Nacional de Medicina Legal eso cambió.
Los restos del joven lograron ser identificados y ya fueron entregados a su madre en una emotiva ceremonia. La mujer recibió una pequeña caja de madera, rodeada por una cinta con el nombre de su hijo y un par de ramilletes de flores rosadas y blancas. Ahora siguen buscando a los otros tres hijos que le arrebató la guerra.