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Siete años sin rastro de Juan Fernando González

  • A las 4 p.m. del viernes 10 de agosto de 2012 fue la última vez que se supo del cejeño Juan Fernando González, de 23 años en ese entonces. Había reclamado, en la Loma del Escobero en Medellín, unos materiales para sus clases de Ingeniería de Minas en la Universidad Nacional.

    Siete años han pasado desde ese viernes y su mamá, Gladis González, no ha cesado un solo día de buscar pistas que le permitan saber de “Juancho”. Aunque todavía la Fiscalía tiene abierto el caso, “es como si a Juan se lo hubiera tragado la tierra”, cuenta Gladis, porque no ha habido, en tantos años, una sola pista de lo que le pudo haber pasado, “solo hipótesis”.

  • En marzo de 2013 se contempló la posibilidad de que un joven que se encontraba inconsciente en un hospital de San Luis de Potosí, ciudad mexicana, fuera Juan Fernando; sin embargo, luego de que las huellas dactilares y la carta dental del cejeño fueran enviadas hasta ese país, el embajador de turno de Colombia en México, José Gabriel Ortiz, confirmó que no se trataba de la misma persona.

    Cada 10 de agosto es muy difícil para Gladis, a pocos días del cumpleaños número 31 (6 de septiembre) de Juan Fernando, menciona que “la familia no pierde la esperanza: todos los días lo esperamos, aunque cada espera sea más dura”.

    Una madre jamás desistirá en la espera de su hijo. Cada día, asegura Gladis, piensa en “Juancho” y en qué le pudo haber pasado “porque siempre nos manteníamos comunicados, siempre me avisaba dónde iba a estar o qué iba a hacer”.

    Como un llamado de auxilio –así lo califica la madre del joven-, desde la desaparición de su hijo, y durante siete años, a su celular ha llegado un mensaje de texto que señala que el remitente es Juan Fernando, seguido del IMEI de un equipo celular. Esta situación ameritó para que la Fiscalía, desde marzo de este año, le asignara al caso un investigador de campo:

    Aunque Gladis asegura que con el pasar de los años se da cuenta que este tipo de casos se van olvidando y el dolor y la espera permanecen solo en los padres y familiares cercanos, siete agostos después continúa esperando a “Juancho”.

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