Que una edificación ideada para 800 presos, hoy esté ocupada solo por tres terneras, es el colmo en un país donde el nivel de hacinamiento carcelario es del 50.4% de sobrepoblación.
A la fallida cárcel de Cuatro Esquinas, en Rionegro, no la custodian guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), sino un humilde ordeñador de vacas que pasa los días vigilando una estructura en la que ni los fantasmas hacen presencia.
"Donde uno encuentre una cosa de esas, ¡muere ahí mismo...", dice Norberto Restrepo, de 70 años, abriendo los ojos bajo la visera de su sombrero.
Hace 18 años le fue encomendada la celaduría del terreno, ubicado en límites con Marinilla y El Carmen. Tres perros criollos, a los que no ha querido ponerles nombres, lo acompañan en las jornadas.
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