Por Juan Alejandro Echeverri
En materia urbana, 1980 marca un antes y un después para América Latina y el Caribe. A partir de este año, en la región se consolida una tendencia que la convierte en lo que es hoy: la segunda región más urbanizada del planeta. Según la CEPAL, América Latina y el Caribe pasó de tener 8 ciudades con un millón o más de habitantes en 1950, a tener 56 en 2010.
La expansión urbanística, por lo general, está respaldada y motivada por el crecimiento industrial. Al ser el epicentro de la producción, la ciudad se autodenomina a sí misma como una seductora alternativa de prosperidad económica. Lo que tal vez explica por qué el 80% de la población de América Latina vive en ciudades de cien mil o más habitantes.
Rionegro, polo de desarrollo industrial del Oriente Antioqueño, no es ajeno a este fenómeno continental. Datos de la Alcaldía Municipal indican que en 2006 Rionegro tenía 25 grandes industrias, en 2016 aumentaron a 112. El frenético crecimiento industrial se traduce en un aumento exponencial de la población. Según el censo del DANE hecho en 2005 y la proyección hecha a 2016, en 50 años la población rionegrera se cuadruplicó, pasando de 30.637 habitantes en 1964 a 122.231 habitantes en 2016. Las proyecciones demográficas hechas por la Alcaldía arrojan que en menos de diez años Rionegro tendrá una población superior a los 250.000 habitantes, y que para la década comprendida entre 2030 y 2040 se espera que haya doblado esta cifra.
Motivos y cifras hay de sobra para afirmar que en el Altiplano del Oriente empieza a consolidarse una ciudad. Por tal motivo, en el boletín #021 expedido el 3 de abril del 2016, el alcalde Andrés Julián Rendón anunció que Rionegro está tramitando su ingreso al programa de Ciudades Emblemáticas auspiciado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Financiera de Desarrollo Territorial (FINDETER). “Buscamos que al participar en Ciudades Emblemáticas, Rionegro sea un territorio que no solamente crezca, sino que se desarrolle de manera sostenible”, fueron las palabras con las que el Alcalde justificó la adhesión del municipio a este proyecto.
Una ciudad demanda la atención de diversos temas: servicios públicos, infraestructura vial, transporte masivo y sostenibilidad ambiental. Aunque sean cuestiones prioritarias, no son las únicas necesidades. Quienes planifican la ciudad han olvidado que su complejidad no se agota en su espectro físico. Además de vías y edificios, la urbe tiene alma propia, producto de las relaciones sociales que en ella se dan. En palabras del teórico Daniel Badenes, las ciudades son un banco de sentidos y significados, “son lugares de simbolización o representación de la existencia”. Es decir que la ciudad es, en sí, un producto de los procesos cívicos, políticos y culturales, un reflejo de la sociedad que mora en ella.
“Rupturas en los canales de comunicación interpersonal, el declive de lo público y la perdida de ciudadanía”, fue el diagnostico que arrojó el Seminario Internacional sobre Comunicación y Ciudad realizado en Rosario, Argentina, en 1990. Desde entonces, las Ciencias Sociales se han preguntado ¿cómo planificar una ciudad que propicie el encuentro ciudadano? ¿Cómo materializar la ciudad imaginada por sus habitantes? ¿Cómo empoderar a los ciudadanos de su ciudad? ¿Cómo democratizar el espacio público?
Con la pretensión de responder estas y otras preguntas, y aplicarlas al caso de Rionegro, el Semillero de Investigación Urbanitas: Comunicación y Ciudad, del programa de Comunicación Social de la UCO, busca formular una serie de planteamientos teóricos que le sirvan de fundamento a la Administración Municipal para garantizar el derecho a la comunicación en la futura ciudad emblemática.
La problematización que plantea el semillero es que, parece ser, la planificación urbana de Rionegro está a merced de los intereses económicos privados, y la ciudadanía no participa o no son tenidas en cuenta sus opiniones y demandas sociales; lo que nos lleva a preguntarnos: ¿de quién (y para quien) es la ciudad?